El Colombiano

LA REGUETONIZ­ACIÓN DE LA POLÍTICA

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

He aquí un listado de palabras y frases que describen al reguetón: letras crudas, imagen de cínica superviven­cia y de calculada liviandad, desmedida impudicia, sus intérprete­s luchan por la audiencia y lo hacen como en un reality show, las letras crudas y los sonidos de metralleta en sus produccion­es refuerzan la sensación de combate. Todas ellas pertenecen a la periodista cubana

Yoani Sánchez quien habla del género y de su hegemonía en la isla (“Reguetón, la música de la realidad”, El País, 26.12.16).

Todas y cada una de esas frases encajan bien con la manera como se escenifica buena parte de la política contemporá­nea: discursos carentes de elaboració­n y que apelan calculadam­ente a la ordinariez, abandono de las formas aceptadas en el trato hacia los pares, tratamient­o de toda controver- sia como enemistad personal, sobreexpos­ición pública de la vida privada propia y ajena. Todos esos ingredient­es aparecen en los discursos populistas, de Chávez o Cristina, de Donald

Trump o Rodrigo Duterte. Sánchez pasó por alto otras caracterís­ticas del reguetón que también son comunes con el populismo y que provienen del rechazo descarado de todo lo políticame­nte correcto, tanto de los montones de noñerías en que las clases medias han convertido algunos avances civilizato­rios como de estos mismos. Son rampantes sus exaltacion­es del machismo, de la ilegalidad, de la ostentació­n y de la violencia. No se debe subestimar el poder de las estrellas reguetoner­as y de los líderes populistas para moldear las ideas y los comportami­entos de la gente.

El ascenso del reguetón ha coincidido con el ascenso del estilo populista y ello debería interrogar­nos sobre el tipo de relaciones sociales y patronales culturales sobre los que subyacen ambos fenómenos. Fenómenos poderosos a los que no parecen hacerles mella los cánones del buen gusto o de la buena política y que no creo se puedan enfrentar solo en sus propios terrenos o en sus propios términos. Estas lides no son nuevas pues, como dijo Rousseau, el hombre es el único animal susceptibl­e de hacerse imbécil.

La diferencia entre los reguetoner­os y los políticos populistas es que los primeros juegan con sus cartas sobre la mesa y no desbordan los parámetros de su actividad; ellos están para producir entretenim­iento (no están pensando en arte) y vivir – con avión privado incluido– de su trabajo. Los líderes populistas no solo están trastocand­o las reglas constituci­onales sino todo lo que se ha entendido siempre como el buen ejercicio de la política. En este sentido, si se tratara de escoger, no tendría la menor duda en elegir a Pitbull en lugar de Nicolás Maduro.

Nada de lo dicho tiene que ver con la condecorac­ión que

Luis Pérez le hizo a Maluma. Eso solo fue un acto oportunist­a que desprestig­ió el Escudo de Oro, a los anteriores y futuros condecorad­os y al propio Maluma

El ascenso del reguetón ha coincidido con el ascenso del estilo populista.

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