EL FRACASO DEL RÉGIMEN VENEZOLANO
Resulta paradójico y condenable que en un régimen de izquierda, que se proclama respetuoso de las libertades y derechos ciudadanos, inspirado en ese americano íntegro que fue Simón Bolívar, con su espíritu tan autocrítico, sus cartas independentistas y sus causas de un humanismo auténtico, hoy Venezuela sufra los rigores de un gobierno torpe, caricaturesco, represivo e incapaz, que pervierte aquel cúmulo de historia y conquistas y lo convierte en falacia.
Pero es más incomprensible el cuidado que le prestan algunos militantes y voceros de la izquierda colombiana, incondicionales, a semejante nido de víboras alimentadas por la corrupción, las mafias y el canibalismo de un proyecto en el que no caben críticas ni independencias ni mucho menos oposiciones. Un orden sin espacio para corregir los yerros de una política económica y social que convirtió en indigente y enfermo a un país que alguna vez conocimos rico, altivo y alegre.
Lo más peligroso y decepcionante de todo cuanto ocurre es el odio que Nicolás Ma
duro y sus áulicos están incubando en el pueblo venezolano. Esa división, ese antagonismo que acude cada vez más a la violencia como medio de expresión o de silenciamiento, y que de continuar así desembocará en la inevitable confrontación civil de ciudadanos de un mismo territorio, de una misma bandera.
Maduro acude hoy a los instrumentos siniestros y saboteadores que condena en la derecha internacional que, según él, quiere penetrar y deshacer el proyecto “revolucionario chavista”: el paramilitarismo y la disolución del equilibrio de poderes.
Atemoriza a los opositores enviando a las plazas a sus brigadas y milicias, para que desde la clandestinidad hagan un trabajo aún más sucio que el que hoy cumple la Fuerza Pública (Policía y Guardia nacionales) contra los manifestantes. Ante su demostrada ineptitud para resolver problemas esenciales de desabastecimiento, inflación, empleo, educación y salud, el bravucón de Miraflores permite un para-Estado que frene el descontento. Mientras rehuye el diálogo social y logra que el Tribunal Superior de Justicia cohoneste con sus actitudes veladas de dictadorzuelo, manda a la calle su aparato miliciano a meter plomazos entre la multitud, con una cuota de muertos y heridos “razonable” que siembre terror y desconcierto. Anestesia local en las llagas de descontento popular que le salen al vecino en cada extremidad.
Del populismo encantador de Chávez, de aquellas promesas del Bolívar falso, Venezuela pasó al caos social y el bolillo desatados por un impostor sin visión, sin tacto y sin ideas
Venezuela pasó del Bolívar populista y falso, al bolillo y el caos del impostor.