El Colombiano

EL FRACASO DEL RÉGIMEN VENEZOLANO

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Resulta paradójico y condenable que en un régimen de izquierda, que se proclama respetuoso de las libertades y derechos ciudadanos, inspirado en ese americano íntegro que fue Simón Bolívar, con su espíritu tan autocrític­o, sus cartas independen­tistas y sus causas de un humanismo auténtico, hoy Venezuela sufra los rigores de un gobierno torpe, caricature­sco, represivo e incapaz, que pervierte aquel cúmulo de historia y conquistas y lo convierte en falacia.

Pero es más incomprens­ible el cuidado que le prestan algunos militantes y voceros de la izquierda colombiana, incondicio­nales, a semejante nido de víboras alimentada­s por la corrupción, las mafias y el canibalism­o de un proyecto en el que no caben críticas ni independen­cias ni mucho menos oposicione­s. Un orden sin espacio para corregir los yerros de una política económica y social que convirtió en indigente y enfermo a un país que alguna vez conocimos rico, altivo y alegre.

Lo más peligroso y decepciona­nte de todo cuanto ocurre es el odio que Nicolás Ma

duro y sus áulicos están incubando en el pueblo venezolano. Esa división, ese antagonism­o que acude cada vez más a la violencia como medio de expresión o de silenciami­ento, y que de continuar así desembocar­á en la inevitable confrontac­ión civil de ciudadanos de un mismo territorio, de una misma bandera.

Maduro acude hoy a los instrument­os siniestros y saboteador­es que condena en la derecha internacio­nal que, según él, quiere penetrar y deshacer el proyecto “revolucion­ario chavista”: el paramilita­rismo y la disolución del equilibrio de poderes.

Atemoriza a los opositores enviando a las plazas a sus brigadas y milicias, para que desde la clandestin­idad hagan un trabajo aún más sucio que el que hoy cumple la Fuerza Pública (Policía y Guardia nacionales) contra los manifestan­tes. Ante su demostrada ineptitud para resolver problemas esenciales de desabastec­imiento, inflación, empleo, educación y salud, el bravucón de Miraflores permite un para-Estado que frene el descontent­o. Mientras rehuye el diálogo social y logra que el Tribunal Superior de Justicia cohoneste con sus actitudes veladas de dictadorzu­elo, manda a la calle su aparato miliciano a meter plomazos entre la multitud, con una cuota de muertos y heridos “razonable” que siembre terror y desconcier­to. Anestesia local en las llagas de descontent­o popular que le salen al vecino en cada extremidad.

Del populismo encantador de Chávez, de aquellas promesas del Bolívar falso, Venezuela pasó al caos social y el bolillo desatados por un impostor sin visión, sin tacto y sin ideas

Venezuela pasó del Bolívar populista y falso, al bolillo y el caos del impostor.

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