El Colombiano

El Santo Grial: ¿mito o realidad?

El enigma de la existencia o no de la copa de Jesús en la Última Cena alimenta la historia, la literatura y el cine.

- JOHN SALDARRIAG­A SSTOCK

El Santo Grial es, según las leyendas medievales, la copa o el vaso en que Jesucristo tomó el fruto de la uva en la Última Cena. ¿Mito o realidad? Esa es la cuestión. Los historiado­res, los narradores literarios y los teólogos no se ponen de acuerdo sobre este punto.

Así reza la leyenda: Perceval, el caballero de la Corte del Rey Arturo, entra en el castillo mágico del Rey Pescador. Una fortaleza que aparece de la nada, como por arte de magia.

Allí, recibe su espada de manos de su anfitrión, ve pasar a dos lacayos con “sendos candelabro­s de oro tachonados de piedras preciosas; detrás de ellos camina una doncella increíblem­ente bella, que abraza un gran grial entre sus hermosos brazos (…). Obviamente el grial es de oro puro, recamado en gemas y piedras preciosas de diversos orígenes, algunas de ellas de los más lejanos confines de los mares y la tierra (…). El cortejo pasa frente a los concurrent­es y se pierde en una habitación al otro lado del salón”.

A pesar de su curiosidad, Perceval no se atreve a preguntar por esos objetos. Recuerda los consejos de su madre: no debe preguntar o hablar demás para no ser tomado por un ingenuo.

Quien narra esta escena es el escritor medieval Chrétien de Troyes en su libro Perceval, la leyenda del grial. Este escritor es el primero que, según se tiene noticia, habla de la existencia de este utensilio, el grial, que es objeto de búsqueda, confrontac­iones entre ejércitos y de cuidado, en otros libros surgidos a partir de este, especialme­nte en los que aluden a la Materia de Britania, es decir, al Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda.

“Pero mucho me temo que, así como se puede hablar en demasía, también se puede callar en exceso”, dice el narrador.

Y así sucede. El joven caballero luego se arrepiente de esa timidez o demostraci­ón de prudencia.

Una doncella que encontró al salir del castillo, le preguntó:

“—También habéis visto el Grial?

—(…) El Grial lo portaba entre sus brazos una doncella, y detrás seguía otra joven con una fuente de plata en sus manos. Varias veces durante la cena se repitió la procesión (…).

—(...) ¡Si lo hubieras hecho, el Rey Tullido habría recuperado el uso de sus piernas! Lo peor es que ahora sobrevendr­án graves desgracias a vos y a otros”.

Los Caballeros de la Corte del Rey Arturo buscaron el Grial. Especialme­nte Sir Galahad. Y fue él quien logró encontrarl­o en el Castillo del Rey Pescador, en compañía de Sir Perceval y Sir Bors, pero solo el primero de estos dos, por su inocencia, pudo mirar en su interior y tener la visión de Dios, según cuenta Roberto Rosaspini Reynolds en las notas introducto­rias del libro de Chrétien de Troyes. Según la tradición, José de Arimatea llegó al sitio donde Jesucristo celebró la Última Cena con los discípulos y rescató el cáliz. Después, cuando bajó el cadáver del Hijo de Dios para llevarlo a su sepulcro, recogió en él la sangre de la herida del costado que le había causado un centurión. Monseñor Jorge Aníbal Rojas Bustamante, párroco de Santa Juana de Arco y experto en Derecho Canónico, explica que el grial — palabra de origen francés—, no es algo verdadero, sino que pertenece más bien al mito. “Es cierto que el sitio de la Última Cena, la colina del Gólgota y el sepulcro de José de Arimatea, lugares documentad­os, están cercanos entre sí y se recorren en una hora y con fa- cilidad. Por eso, se podría establecer una relación entre los sitios, que bien pudo haber recorrido José. Pero esto no es más que especulaci­ón”.

También confirma que hace dos mil años, en Israel, sepultaban a las personas en cuevas, como la de José de Arimatea. Y también que los cuerpos eran envueltos en sudarios y perfumados, como en una especie de embalsamam­iento.

“No se sabe siquiera de qué material era el vaso o la copa en la que bebió Jesucristo”.

El sacerdote valora los textos literarios medievales, que hablan de caballeros que buscan el Santo Grial, “como productos de la imaginació­n humana”.

Algunas leyendas no dicen que José de Arimatea recuperó el vaso del sitio de la Última Cena, sino que Jesucristo resucitado se le apareció para entregárse­lo y ordenarle que lo llevara a Britania. Autores llegan a decir que lo llevó y ocultó en ese territorio insular.

Alberto Velásquez Martínez, estudioso del Quijote — personaje que evoca a los Caballeros del Rey Arturo— dice que cree que las leyendas del Grial no son más que eso. Elementos que enriquecen la literatura medieval.

Recuerda que en sus recorridos tras las huellas del Quijote, en un pueblo cercano a Tarragona, en la costa de Barcelona, que hizo parte de Hispania durante el Imperio Romano, hay leyendas que aseguran que el Santo Grial está enterrado allí.

“Incluso agregan un asunto algo escatológi­co: que también quedó allí el Santo Prepucio”. Velásquez considera el misterio del Grial como uno de los enigmas de la humanidad.

Por su parte, el escritor Darío Ruiz Gómez menciona que ese elemento enriquece el mundo literario. Es maravillos­amente explicado por Carlos García Gual en su libro Historia del Rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la tabla redonda. “El Grial queda como imagen o metáfora del miste

rio y de la búsqueda”

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FOTO Se desconoce el material del vaso de Jesús.

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