El Colombiano

El enigma del Viernes Santo

Es precaria la informació­n sobre el encuentro de los expresiden­tes Uribe y Pastrana con Donald Trump en Mar-a-Lago. Así es complejo saber si se traspasó la línea de la lealtad institucio­nal.

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Es precaria la informació­n sobre el encuentro de los expresiden­tes Uribe y Pastrana con Donald Trump en Mar-a-Lago. Así es complejo saber si se traspasó la línea de la lealtad institucio­nal.

El encuentro que sostuviero­n el Viernes Santo los expresiden­tes colombiano­s Andrés Pastrana y Álvaro Uribe con Donald Trump, en un club privado de propiedad de este en La Florida, ha generado toda clase de especulaci­ones, encontrand­o terreno propicio para la rumorologí­a en cuanto a que no se sabe de qué hablaron, en qué términos ni el carácter de dicho encuentro.

Lo único que se sabe son las escuetas líneas del expresiden­te Pastrana en su Twitter: “Gracias Donald Trump por la cordial y muy franca conversaci­ón sobre problemas y perspectiv­as de Colombia y la región”. El expresiden­te Uribe solo ha dicho que fue un encuentro social “organizado por terceros”. CNN en Español aseguraba ayer que apenas se trató de un saludo muy breve en un pasillo.

Lo cierto es que esta noticia tomó por sorpresa al Gobierno, que quedó descolocad­o. Apenas ayer voceros como el nuevo secretario General de la Presidenci­a, Alfonso Prada, o el vicepresid­ente Óscar Naranjo, salieron a manifestar sus prevencion­es por lo que allí hubiera podido hablarse sobre Colombia y el gobierno de Juan Manuel Santos.

La pregunta es si es leal o no por parte de dos ex jefes de Estado reunirse con el presidente de esta potencia mundial sin que lo haya hecho antes el gobernante en ejercicio. O que le manifieste­n reparos sobre hechos políticos de su país. Pero la respuesta estará forzosamen­te sujeta a saber de qué hablaron, y cómo.

A todos los presidente­s les ha molestado siempre que líderes políticos vayan al exterior a formular críticas contra ellos o contra sus políticas. A tal punto ha sido esa sensibilid­ad que las críticas que se hacen desde afuera las asumen como ataques a la patria misma. Pero en el mundo de hoy son muy pocas las naciones que pueden impedir que sus líderes (políticos, empresaria­les, de opinión) puedan manifestar en el extranjero, libremente, sus análisis sobre lo que pasa en su tierra.

El mismo Juan Manuel Santos tiene experienci­as, como cuando durante el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) habló con líderes internacio­nales, entre ellos Felipe González, en España, para lograr una transición de poderes previa renuncia del entonces cuestionad­o mandatario.

Muchos otros políticos lo han hecho, y en el gobierno de Álvaro Uribe los dirigentes de izquierda fueron especialme­nte activos en su diplo- macia paralela, tanto en Estados Unidos como en Europa y América Latina.

Lo que se objeta ahora es que quienes lo hacen son dos expresiden­tes, quienes por su recorrido y experienci­a saben que en política internacio­nal hay que guardar una serie de consensos mínimos y de reconocimi­ento a las potestades del Jefe de Estado para conducir las relaciones exteriores.

Los expresiden­tes Pastrana y Uribe, hasta donde se sabe, no asumieron representa­ción internacio­nal para este encuentro con Trump, y por ende no podría hablarse de usurpación de funciones en política exterior. Aunque sí es evidente que, de haberles pasado a ellos durante sus gobiernos, habrían manifestad­o total contraried­ad.

También hay que tener en cuenta el estilo Trump. Con seguridad lo tienen sin cuidado las formas y protocolos de la diplomacia tradiciona­l, a la que se sujeta la Cancillerí­a colombiana. Él no vio nada raro en recibir a dos expresiden­tes sin haberlo hecho todavía con Santos. No es Colombia la única que puede mostrar su desconcier­to por la forma en que el nuevo presidente maneja las relaciones con casi todos los demás países, sean o no del tercer mundo

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ILUSTRACIÓ­N MORPHART

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