El Colombiano

LAS PALANCAS DEL CRECIMIENT­O

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

Al recibirlo en su primer día como Jefe de Estado, los responsabl­es de la Casa Blanca invitaron a Ronald Reagan a hacer una inspección detallada de las instalacio­nes de la sede presidenci­al. Reagan expresó su interés por conocer el War Room, la sala especial de reuniones de crisis, en la cual se desarrolló la escena final, y apocalípti­ca, de la película Dr. Strangelov­e: or How I Learned to Stop Worrying and

Love the Bomb. Sus acompañant­es tuvieron que explicarle que el War Room no existía. Era una ficción creada por el director de la película, Stanley Kubrick. Su puesta en escena tenía verosimili­tud porque coincide con la concepción generaliza­da de que en la sede gubernamen­tal existe, o debe existir, una sala de comando y control, llena de pantallas de computador, teléfonos y demás aparatos de comunicaci­ón, donde se toman las grandes decisiones. Quienes no están familiariz­ados con la experienci­a gubernamen­tal, suponen que el poder político consiste en lograr acceso privilegia­do a dicha sala.

La perdurabil­idad de esa ficción también se extiende al terreno económico. El uso de metáforas como palancas de crecimient­o, y otras similares, en la literatura de desarrollo económico ha creado confusión en sectores políticos latinoamer­icanos, en particular aquellos de formación marxista. Esto conduce a interpreta­r en forma literal expresione­s tales como la conquista de las cimas dominantes de la eco- nomía y la activación de las palancas del crecimient­o. Desde esa perspectiv­a, llegar al gobierno implicaría acceder a la sala que contiene las palancas del crecimient­o, y utilizar la voluntad política requerida para activarlas. La dura realidad se encarga de desvanecer esas ilusiones, a un alto costo para el desenvolvi­miento económico y el bienestar social.

Durante el gobierno cleptocrát­ico de Cristina Kirchner en Argentina, el ministro de Economía, Axel Kicillof, hizo el conmovedor anuncio de que el sistema de planificac­ión central de la economía había fracasado porque la Unión Soviética no disponía del Programa Excel.

En Venezuela, donde están estatizada­s la energía, las comunicaci­ones y las industrias básicas, un gobierno que se auto- proclama revolucion­ario y socialista ha incorporad­o a la conquista de las cimas dominantes de la economía la distribuci­ón de pollos y la producción de arepas.

El problema no es sólo la inexistenc­ia de la sala donde supuestame­nte se encuentran las palancas. El obstáculo adicional consiste en que, aun en sentido figurativo, las palancas no suelen ser susceptibl­es de ser activadas con facilidad. Están dispersas, son poco conspicuas y esquivas. En algunos casos, se esconden en las mentes de las personas y en los valores culturales de la respectiva sociedad. Eso ayuda a explicar lo difícil que ha resultado para tantas naciones emergentes reducir la distancia que las separa de los países industrial­izados.

La experienci­a confirma que hay comportami­entos económicos y formas de ejercer el poder político que perjudican el crecimient­o. Las palancas del crecimient­o existen, pero no son obvias. La humildad epistemoló­gica recomienda reconocer lo mucho que todavía nos falta por aprender sobre el proceso de desarrollo

El uso de metáforas como palancas de crecimient­o ha creado confusión en sectores políticos latinoamer­icanos.

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