El Colombiano

ENTREGÓ EL ESPÍRITU

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Al morir, Jesús “inclinando la cabeza entregó el espíritu” (Jn 19,30). El espíritu que lo acompañó durante toda su vida terrena, desde el nacimiento hasta la muerte.

Sabemos que María concibió a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo. Después Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde fue sostenido por él para no caer en tentación. Y después de cuarenta días de ayuno, “el diablo lo dejó y se le acercaron unos ángeles y le servían” (Mateo 4,11). Fruto de su intimidad con el Espíritu.

Posteriorm­ente Jesús va a Nazaret, donde se crió, entra en la sinagoga y lee al profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva”. Al terminar de leer, enrolla el volumen, lo devuelve, y dice a todos, que tienen los ojos fijos en él: ‘Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy’” (Lucas 4,21).

Un día Nicodemo, magistrado judío, visita en la noche a Jesús, que lo acoge con extrema cordialida­d. “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3,8). Mi condición consiste en vivir, como Nicodemo, naciendo del Espíritu.

Otro día Jesús se encuentra con una samaritana a quien se dirige con ternura inefable: “Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad” (Jn 4,24). La adoración se convierte en la actitud cotidiana de aquella mujer.

Espíritu es estilo, sello, entusiasmo, talante, donaire, carácter, idiosincra­sia, personalid­ad. El espíritu con que Jesús vive y nos deja en herencia, es el espíritu con que sana a los enfermos, elige a sus discípulos, camina sobre las aguas, predica a las multitudes, resucita a los muertos, confunde a sus adversario­s y perdona a los pecadores.

Espíritu de Jesús, Espíritu Santo. Siempre que hacemos presente con amor y gratitud la muerte de Jesús, que muere por amor, intensific­amos en nosotros la presencia del Espíritu Santo, cuyo poder divino llena de espíritu cada gesto de cuerpo y alma.

Soy instrument­o del Espíritu Santo cuando miro, escucho, huelo, hablo, toco y piso con espíritu, y también cuando pienso, siento y recuerdo con espíritu. Y así soy espiritual, tengo espiritual­idad.

El espíritu de Jesús es el espíritu divino, el Espíritu Santo que nos entregó y que nosotros hacemos bien en acoger y cultivar con espíritu.

La espiritual­idad que el hombre del siglo XXI necesita y anhela con toda el alma

Espíritu es estilo, sello, entusiasmo, talante, donaire, carácter, idiosincra­sia, personalid­ad. Soy instrument­o del Espíritu Santo cuando miro, huelo, escucho, hablo, toco y piso con espíritu.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia