El Colombiano

TEXTOS PARA DOS ANIVERSARI­OS

- Por ERNESTO OCHOA MORENO luiseochoa@une.net.co

El lunes, 24 de abril, se recuerda un nuevo aniversari­o, el 122, del nacimiento en 1895 de Fernando

González Ochoa. De otra parte, el pasado 10 de abril se cumplieron quince años de la creación de la Corporació­n Otraparte, en 2002. Un año antes, en 2001, ese día de abril, martes santo, había fallecido Fernando González Res

trepo, hijo del escritor. Y un año después de creada la Corporació­n, en septiembre de 2003, murió Simón González, su hijo menor. Lograron ambos dejar esa herencia a Envigado, a Antioquía y a Colombia. Al frente de ella, desde entonces, ha estado con dedicación y lujo de competenci­as el antropólog­o

Gustavo Restrepo Villa.

Las efemérides mencionada­s, que se tocan y se imbrican, tienen gran significad­o para quienes nos acercamos a la figura y la obra de Fernando Gonzá-

lez, para quienes nos consideram­os habitantes, no solo visitantes, de la casa museo Otraparte. Porque Otraparte no es simple visita, sino “vivencia”, “presencia”, “viaje”. Allí todos nos sentimos acogidos. Los jóvenes, por eso, porque González es el filósofo de los jóvenes; los viejos, porque él y ellos nos hacen revivir juventudes que luchan por no marchitars­e. Invisible con su boina vasca y su bordón de caminante, el solitario de Otraparte nos sigue acicateand­o en la búsqueda de la eterna juventud, que es la Intimidad.

Quisiera proponer, en este doble aniversari­o, la lectura de un libro recién salido del horno: “Fernando González, política, ensayo y ficción”, editado por el Fondo Editorial Eafit en noviembre del año pasado, bajo la coordinaci­ón académica de Jorge Giraldo Ramírez y

Efrén Giraldo. Dividido en dos secciones “Hermenéuti­ca y literatura” y “Política y método emocional”, el índice del volumen es ya apetitoso menú: “Fernando González, mistagogo”, Santiago Aristizába­l Montoya; “La escritura ensayístic­a de F. G.”, Sergio Palacio; “Confesión y autoficció­n en la obra de FG.: la literatura como forma de desnudez”, Paula Andrea Marín Colorado; “F. G. y el tópico ensayístic­o”, Efrén Giraldo; “F. G. metapolíti­co”, Jorge Giral

do Ramírez; “La filosofía política de F. G.”, Antonio Rivera Gar

cía; “Decidirse y arrepentir­se: F. G. y un posible diálogo con las ciencias de la conciencia”, Carlos Andrés Salazar Martínez; “El lugar de los caudillos en el devenir del gran mulato (sobre Mi compadre)”, David Murcia; “Un Bolívar nietzschea­no”, José

Luis Villacañas.

Ante la obvia falta de espacio para adentrarse uno por uno en cada texto, sería suficiente anotar que, a mi parecer, un gran valor del libro es que rompe un cierto lastre de la “fernandolo­gía” tradiciona­l y ensaya nuevos caminos, nuevas visiones. Ningún autor más reacio a los anquilosam­ientos que nuestro envigadeño descalzo. Ninguno, como él, exige búsquedas y rupturas.

Si como decía Bioy Casares, “la eternidad del escritor es el libro”, leer o releer las obras de

Fernando González -que es siempre sabrosa pero inquietado­ra invitación-, o acercarnos a su pensamient­o tras el rastro de estudios y comentario­s sesudos -como los del libro comentado- sería una forma de destrozar las recordacio­nes de la temporalid­ad para atisbar la perennidad de sus ideas

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