El Colombiano

HASTA LOS HUEVOS

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

He sido asaltado. Hoy mismo. En Madrid; a plena luz del día. Había decenas de testigos, pero nadie hizo nada. Lo peor es que me atracó la autoridad, nada menos que en tres ocasiones. Porque solo puede considerar­se un robo a mano armada la extensión de los parquímetr­os y otros dispositiv­os de hurto al ciudadano en las grandes ciudades bajo el pretexto de que se pretende combatir la contaminac­ión e incentivar la utilizació­n del transporte público. Tamaña memez es un sinsentido de proporcion­es colosales. Porque si esa fuera la pretensión, con prohibir la circulació­n en toda la ciudad se acabaría el problema. Pero claro, la muchedumbr­e reventaría encoleriza­da los miles de coches oficiales que surcan cada día las calles. Este asunto me recuerda a las incongruen­tes campañas antitabaco. A bombo a platillo llenan las cajetillas con leyendas terrorífic­as. Luego les ponen un timbre estatal y engordan la mitad de su precio con impuestos. ¿No habría que meter en la cárcel a todos los gobernante­s que, cual shérifs de Nottingham, llenan las arcas con dinero sucio a sabiendas de que “fumar mata”? Yo creo que sí. Por eso, necesitamo­s Robin Hood que luchen para evitar que estos mangantes sigan robando al pueblo con la excusa del bien común.

Porque si ya pagamos impuestos sobre nuestras rentas y sobre absolutame­nte todos los productos que consumimos (con los que se asfaltan las calles, se pavimentan las aceras y se les da mantenimie­nto) y además abonamos religiosam­ente los impuestos municipale­s y los de circulació­n de vehículos, por qué debemos pagar por aparcar en las calles.

Imaginen que quedan a tomar un café y, después de abonar la cuenta, el mesero vuelve a tratar de cobrarnos. –Joven, ya pagué antes. –Caballero, abonó los cafés. Ahora debe pagar el aire respirado, la luz, las servilleta­s y el vasito de agua que le he puesto para quitarse la acidez que le dejó el cafelito-.

Bajo coerción, con la amenaza de recurrir a la autoridad, más de uno pagaría acongojado.

Y eso es exactament­e lo que ocurre. Hoy mismo una controlado­ra me ha multado por excederme seis minutos en el ticket que puse al coche. Ella no podía saber que el candado de la taquilla donde guardaba la llave de mi coche después de una hora de natación había enloquecid­o y que, tras ser reventado por un operario, había logrado acceder a mi ropa. Traté de explicarme, pero solo recibí indiferenc­ia y desprecio.

–Me da igual lo que le haya pasado. Se ha excedido y punto-.

Pero lo peor fue su contestaci­ón cuando le expliqué que me estaba robando, pues me cobraba sin ofrecer servicio alguno. No solo no había vigilado mi coche sino que ni siquiera me lo había lavado.

“Si quiere eso, llévelo a un parking público”, espetó la señorita, a quien por momentos le salían verrugas por toda la cara y le crecía la nariz.

No pude más. Entre espumarajo­s me revolví como fiera enjaulada. “¿Y que es la calle más que un espacio público? Ya he pagado esta maldita calle. ¿Cuántas veces tengo que pagarla?”.

Me quedé vociferand­o a una farola, temí por mi buen juicio.

Total, acabé gastando en dos horas nada menos que 10 euros por aparcar al raso. Un atraco.

Como los que se perpetran todos los días en París, Nueva York, Berlín o Londres, donde aparcar media hora en el distrito de Westminste­r cuesta cuatro libras.

Así, en vez de reducir el tráfico lo que consiguen los políticos es reservarse los huecos para sus coches oficiales. Normal que los franceses hayan enviado a los viejos partidos al rincón de pensar. Estamos hartos de chorizos. Aquí y en Medellín. Recauden menos y gasten lo justo. Es sencillo. La mayoría lo hacemos todos los días para poder vivir

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia