El Esmad no debe actuar como fuerza de choque
El Escuadrón Móvil Antidisturbios es un recurso extremo y las autoridades deben tener absoluta claridad sobre cuándo y cómo debe intervenir.
No obstante la sanción de seis meses impuesta al agente que, la semana pasada, lanzó una granada lacrimógena a un grupo de personas en situación de discapacidad que protestaban en la Plaza de Bolívar, en Bogotá, la estructura, conformación y el trabajo del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) deben ser revisados, a fin de que actúe donde realmente se requiere y bajo los parámetros para los que fue creado.
Al respecto, el catedrático universitario y experto en Derecho Internacional Humanitario, Guillermo Arismendi, afirma que los miembros del Esmad han sido configurados y estructurados como una fuerza de choque. “Para ellos, toda protesta social es protesta antisocial y toda reinvindicación social es un atentado contra el orden público o la tranquilidad ciudadana, lo cual dista mucho de lo que en principio orienta los derechos ciudadanos a la protesta en un Estado Social y Democrático de Derecho”.
Como consecuencia de sus actuaciones negativas, el primer descrédito lo sufre el Gobierno. Al mismo tiempo se presenta una deslegitimación de la tarea de la Policía, la cual debe tomar decisiones para desmarcarse de quienes así obren dentro de una institución emblemática como es el Esmad, comenta Arismendi.
Para el coronel (r) del Ejército Nacional, experto en conflictos y analista en seguridad y defensa, John Marulanda, el Esmad cumple una función policial de tipo civil, que en ese caso específico de las personas con discapacidad era garantizar la seguridad de los
marchantes o protestantes. Cuando se trata de situaciones complejas su tarea es enfrentar a los violentos o bandos que quieran o pretendan destruir la propiedad pública, la privada o agredir a otras personas y para eso tienen armas que no son de ataque, sino de disuasión.
Marulanda no considera necesario replantear el entrenamiento de esta fuerza, toda vez que conoce su formación profesional y su capacidad operacional, la cual ha dado muestras claras de profesionalismo. No obstante, el hecho de Bogotá sí exige una revisión de los protocolos, control de mando y control de las unidades que allí actuaron.
Miguel García, doctor en Filosofía, University Of Pittsburgh, EE. UU., y catedrático Universidad de los Andres, afirma que el Esmad es un recurso extremo y, en principio, las autoridades no deben acudir a este tipo de mecanismos para disolver cualquier protesta, como era el caso de las personas con discapacidad, máximo si la gente tiene el derecho constitucional a expresarse en las calles para que le presten atención