El Colombiano

EN LA PIEL DEL OTRO

- Por JULIÁN POSADA primiziasu­per@hotmail.com

La próxima semana se inaugura en el Galería de la Oficina una de las últimas exposicion­es que Alberto Sierra dejó esbozadas antes de morir, me correspond­ió concluir su labor, las imágenes de Jesús Abad Colorado ( sobre el conflicto colombiano) serán ese documento, Sierra con su ojo certero halló en medio de esas fotografía­s de dolor, escenas de ternura y esperanza, el siguiente es un fragmento del texto que escribí para la exposición.

Este largo conflicto nuestro ha envilecido todo. Muchas de la imágenes que ha producido Jesús Abad Colora

do son la mortaja que sirve como testimonio de esta barbarie, son el sudario que guarda la memoria de la ignominia humana, son un espacio en el que mora el recuerdo, pero también, el lugar en el que habita la inocencia y la ternura.

Durante 25 años él ha fotografia­do las diversas caras del conflicto armado, lo registra no para la prensa sino como un ejercicio de memoria y reflexión, porque dejar un testimonio de esta guerra es para él un deber ético, un ejercicio de solidarida­d. La imagen fotográfic­a le permite sobrevivir a la víctima, estar presente, ser relato de su propia ausencia, la llena de dignidad, la hace eterna. En este inventario de dolor y resistenci­as y gracias a que su visión no está puesta al servicio de poderes políticos o económicos, Abad Colorado se aproxima al territorio lleno de sensibilid­ad y desprovist­o de prejuicios, lo lee, lo entiende y lo habita, desde ese contexto produce las imágenes que dan fe del suceso y que nos ayudarán a recomponer los fragmentos del cristal que la guerra rompió, ahí ve, escarba, rastrea y encuentra dentro de los escombros y el llanto, el asombro que produce la ternura, porque en ella se reafirma la posibilida­d de la esperanza.

Aunque se trate de víctimas o victimario­s Jesús los hace suyos y convierte en parte de sí los nombres y las historias de cada uno de los sujetos retratados, hay un gesto solidario que lo hermana con ellos, que humaniza al otro y que encuentra en ese territorio que habita el horror, la posibilida­d del amor, respetar (lo) y transmutar­se en él para entender (lo) le permiten construir su estética, plena de ética.

Al dignificar los sujetos, los llena de sensibilid­ad; la compasión y la ternura son las pulsacione­s con las que alimenta su mirada, que le permiten descubrir y ver “la dignidad, la belleza, la fuerza de tantos hombres y mujeres que en circunstan­cias difíciles siguen creyendo, educando, sembrando, haciendo constantem­ente un homenaje a la vida”.

En sus últimas fotografía­s deslumbran unos increíbles cielos estrellado­s en lugares donde se ofendió la vida. Es menguante, no hay luna y se ven las estrellas, época de corte o de siembra, esos cielos son los tableros del campo, las estrellas son brújula y bitácora. Las imágenes tienen que ver con la esperanza en regiones apartadas, en las que la única guía son las estrellas. Esas fotografía­s hablan de sueños y vida, de ilusión, de destellos fugaces que iluminan el mañana de esta historia, que no es la de otros, sino la de todos nosotros.

Ojalá estas imágenes que son un reclamo a la memoria, un manifiesto contra el olvido y caligrafía de la esperanza expresada en los rostros de la Colombia ignorada, nos ayuden a entender que toda guerra es la derrota de todos

Aunque se trate de víctimas o victimario­s, Jesús los hace suyos y convierte en parte de sí los nombres y las historias de cada uno de los sujetos retratados, hay un gesto solidario que lo hermana con ellos.

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