Baile de garaje espacial. Guardianes de la galaxia Vol.2 de James Gunn
En la primera secuencia de Guardianes de la galaxia Vol.2, los personajes presentados en la película inicial de la franquicia (la verde Gamora, el aventurero Quill, el musculoso Drax y el irritable Rocket), que ahora forman un grupo de cazarrecompensas, deben enfrentar a una bestia espacial que quiere robarle algo a una de las razas que pueblan el colorido e interminable universo en el que se desarrolla esta historia. En vez de mostrarnos con detalle la pelea, James Gunn, director y guionista de la cinta, decide que escuchemos Mr.
Blue Sky de Electric Light Orchestra, mientras vemos en primer plano cómo la baila Baby Groot, el retoño del personaje arbóreo que acompañaba a todos en la primera parte. Los tentáculos de la bestia se adivinan detrás de él, sus compañeros caen aparatosamente a su lado mientras danza, e incluso lo protegerán mientras esquivan los ataques, pero la batalla sólo podremos adivinarla hasta que se acabe la canción. La secuencia es toda una declaración de principios, no nos confundamos. Aunque en Guardianes de la ga
laxia vol.2 abunden los disparos, las naves espaciales y las peleas llenas de acción, esta película en realidad está hecha para que bailemos, para que disfrutemos con unos superhéroes dibujados en tono jocoso, hechos a la medida de James
Gunn, que después del éxito de taquilla que supuso la primera entrega, ha tenido aquí carta abierta para hacer lo que se le venga en gana: referencias a series de televisión ochenteras que muchos adolescentes no entenderán, coqueteos más largos de lo que deberían con el humor de diálogos absurdos (aunque se agradece el riesgo que eso implica), banda sonora tan ecléctica y apropiada como en la primera parte, presencia de actores legendarios del cine B reciente en personajes importantes. Hasta frases de cajón que no se oyen mal del todo, gracias a una puesta en escena pirotécnica. Mejor que su antecesora, porque esta vez Gunn está completamente seguro del “tono” que quiere y no le da miedo ninguna exageración, acompañaremos a esta familia disfuncional en una trama que no siempre es lógica (¡qué importa, si es divertida!, pensará el director) pero que logra varias cosas muy difíciles en el cine de superhéroes: regalarles arcos dramáticos que valgan la pena a sus secundarios (lo que hacen sobre todo con Yondu, el antiguo protector de Quill, es admirable), hacer evolucionar a sus personajes principales, para que no se repitan los esquemas de la primera parte, en que la sorpresa ayudaba mucho, y hacer una reflexión, si no seria, al menos variada sobre qué es lo que cohesiona a una familia: ¿las similitudes entre sus integrantes o el cariño?, ¿la ausencia de conflictos o, por el contrario, el perdón después de las peleas? Como en un baile de garaje de aquellos que armábamos los que tenemos ya entre 30 y 40 años, en esta película uno siente que a veces una canción no combina con la que sigue. Pero que, de alguna forma, no había mejor fórmula para que la rumba fuera memorable.