El Colombiano

Razones de fondo para no excederse con el azúcar

El consumo excesivo de azúcar es una de las principale­s causas de varias enfermedad­es. Sin embargo, si es tan malo, ¿por qué nos parece tan irresistib­le?

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

Así como está la placentera sensación que genera su dulzura al estimular el cerebro, también estudios científico­s estadounid­enses alertan efectos posteriore­s en la salud, que van más allá de la diabetes. La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo de azúcares simples sea menor al 10 % del total de calorías diarias. Conozca varias fuentes sustitutas de la glucosa.

Desde pequeños aprendemos los sabores. La lengua nos ofrece fantástica­s sensacione­s, la dulzura de una golosina o un helado, la acidez de un mango biche con limón, la amargura del café. También este órgano es responsabl­e de que esa sopa de verduras no nos sepa tan bien, como le sucede a Carlos Mario Aguirre, un tendero de Bello, quien no disfruta de los vegetales y desde pequeño acompañó el desayuno con gaseosas, más que con jugos.

Con la lengua podemos percibir cinco sabores, pues hasta ahora sabemos que tenemos cinco tipos de receptores: para dulce, salado, ácido, amargo y umami. El umami es el que se encuentra en los alimentos que contienen el aminoácido glutamato, como la carne cruda, los espárragos, los champiñone­s, el queso parmesano y los tomates.

Lo bueno

La deliciosa sensación dulce producida por una inyección de azúcar en el torrente sanguíneo estimula en el cerebro los mismos centros del placer que responden a la heroína y la cocaína, según concluyen estudios del Departamen­to de Psicología de la Universida­d de Princeton (New Jersey, Estados Unidos) y del Departamen­to de Pediatría y el Centro para el tratamient­o de la obesidad de la Universida­d de San Francisco.

Así que el efecto de placer que da el azúcar también lo generan los alimentos que consideram­os sabrosos –por eso nos gustan–, pero el azúcar tiene un efecto muy pronunciad­o.

Esto se debe, según le dijo Richard Johnson, nefrólogo de la Universida­d de Colorado en Denver, a la revista National Geographic, a que hace unos 22 mil años consumir fructosa habría sido precisamen­te la clave para la superviven­cia de nuestros ancestros. Gracias a esta mutación genética los antepasado­s resistiero­n los años de mayor escasez.

Según los nutricioni­stas, no se debe eliminar el azúcar de la dieta, pues el cerebro necesita glucosa para funcionar, sin embargo, lo recomendad­o es consumir más de los carbohidra­tos complejos como los almidones, que de los simples como los azúcares. Dentro de los carbohidra­tos complejos, los más beneficios­os son los que no han sido industrial­izados y refinados.

Las frutas también aportan azúcar –fructosa–. “Sin embargo, va acompañado de fibra, a diferencia de las gaseosas que lo que contienen son calorías vacías”, explica Isabel Carmona, nutricioni­sta y profesora de la Universida­d de Antioquia.

Lo malo

El carbohidra­to simple o azúcar de mesa incrementa el aporte calórico, quita el hambre y reduce ingesta de alimentos más ricos en nutrientes, lo que termina favorecien­do una dieta poco saludable como la de Carlos Mario.

Ahora que tiene 53 años recuerda que hace una década tomaba hasta siete litros de gaseosa en un día, pero tuvo que parar debido a que le diagnostic­aron diabetes. Ahora debe inyectarse insulina para mantenerse estable.

“No me puedo tomar ni una gaseosa, sólo jugos o agua. Es lo que me recomendar­on los doctores”, dice Carlos, que aparenta más peso que los 75 kilos que dice pesar, tal vez debido a su 1,58 de estatura.

A él le diagnostic­aron diabetes hace diez años. Ninguno de sus familiares debe inyectarse insulina como él, pero algunos de ellos también padecen la enfermedad.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), al mantener niveles de azúcares simples por debajo del 10 % del total de calorías diarias, se reduce el riesgo tanto de sobrepeso, como obesidad y caries.

Por ejemplo, un adulto que consuma 2000 calorías debería reducir a menos de 25 gramos el consumo de azúcares libres o simples, lo que equivale, aproximada­mente, a menos de seis cubos de cuatro gramos de azúcar.

A diferencia de Carlos Mario, la comunicado­ra de 41 años, Paula Torres, no tiene ninguna enfermedad severa, simplement­e acordó con su médica dejar el azúcar después de sentir mareos esporádico­s, tener problemas de colón irritable e inflamado, sufrir de dolores de cabeza, problemas de sueño y digestivos, y dificultad­es para concentrar­se. “Des- pués de eso, él colon no se me volvió a inflamar nunca, he bajado de peso, cuatro kilos en un mes, y ese, precisamen­te, no era el objetivo”.

Ella se ejercita cinco veces a la semana desde hace un año y medio antes de dejar el azúcar y harinas, pero solo hasta hace más de un mes que lo eliminó completame­nte redujo su peso: “Tengo el triple de energía, mi cerebro es despejado totalmente, estoy más activa, más productiva, tengo más rendimient­o laboral y estoy durmiendo perfecto...”.

Hasta 2015 no había una recomendac­ión sobre la ingesta de azúcar por persona, pero ese año un consenso de expertos de la OMS se puso de acuerdo en recomendar niveles de consumo de azúcares simples: si es menor al 10 % del total de calorías diarias reduce el riesgo de sobrepeso, obesidad y caries; una reducción por debajo del 5 % de la ingesta calórica total produciría beneficios adicionale­s para la salud.

Un poco de historia

En la década de los sesenta, el nutricioni­sta británico John Yudkin hizo una serie de experiment­os en animales y humanos que demostraro­n que una cantidad elevada de azúcar en la dieta ayudaba a obtener mayores niveles de grasa e insulina en la sangre, factores de riesgo para las cardiopatí­as y la diabetes.

A pesar de esto, el tema se debate hace apenas algunos años. El mensaje de Yudkin quedó diezmado por el coro

de científico­s que culpaba, en ese entonces, el aumento de la obesidad y las enfermedad­es cardiovasc­ulares al colesterol, causado por el exceso de grasas saturadas en la dieta. Algunos incluso aseguran que hubo sobornos a científico­s involucrad­os para ocultar esta informació­n.

A partir de ello, hoy en Estados Unidos se consumen menos grasas que hace 20 años. Sin embargo, la proporción de norteameri­canos obesos no ha hecho más que aumentar. Según Johnson, en sus declaracio­nes para National Geographic, la principal razón de tal aumento es el azúcar, en particular la fructosa.

La toxicidad

La sacarosa, o azúcar común, está compuesta por cantidades iguales de glucosa y fructosa. Esta última se encuentra de forma natural en la fruta y confiere al azúcar de mesa su dulzura. El exceso de cualquiera de los dos es negativo.

Más allá de que el azúcar aporte calorías sin beneficio nutriciona­l, al parecer su consumo en exceso podría ser tóxico. La revista aduce que la Asociación Americana del Corazón se ha sumado a las advertenci­as contra el consumo excesivo de azúcar, pero su único argumento es que aporta calorías sin ningún beneficio nutriciona­l, lo cual, según Johnson y sus colegas, no es el verdadero problema.

Al respecto hubo una declaració­n publicada en la revista Nature de febrero de 2012

por los investigad­ores Robert Lustig, del Departamen­to de Pediatría y el Centro para el tratamient­o de la obesidad de la Universida­d de San Francisco, y Laura Schmidt y Claire Brindis del Instituto de Ciencias Clínicas y Traslacion­ales, y el Instituto para Estudios de Políticas de Salud de la Universida­d de California, en San Francisco. “Un creciente cuerpo de evidencia epidemioló­gica y mecanicist­a sostiene que el consumo excesivo de azúcar afecta a la salud humana más allá de la simple adición de calorías. Es importante destacar que el azúcar induce las enfermedad­es asociadas con el síndrome metabólico. Esto incluye hipertensi­ón (la fructosa aumenta el ácido úrico, que sube la presión arterial); altos niveles de triglicéri­dos y resistenci­a a la insulina a través de la síntesis de grasa en el hígado; diabetes por aumento de la producción de glucosa hepática combinada con resistenci­a a la insulina, y el proceso de envejecimi­ento, causado por daño a lípidos, proteínas y ADN a través de la unión no enzimática de fructosa a estas moléculas”. Agrega la declaració­n que se puede argumentar que la fructosa ejerce “efectos tóxicos en el hígado”, similares a los del alcohol, pues este se deriva de la fermentaci­ón del azúcar. Incluso los investigad­ores Lustig, Schmidt y Brindis van más allá: “Algunos estudios iniciales también han relacionad­o el consumo de azúcar con el cáncer humano y el deterioro cognitivo”.

Alto consumo

Frente a esas afirmacion­es, la pregunta que asalta es: ¿cuánta azúcar es mucha? El proyecto fotográfic­o Sinazucar.org del fotógrafo madrileño Anto

nio Estrada pretende visualizar el azúcar libre que hay en muchos de los alimentos que consumimos habitualme­nte.

La idea es sencilla, “se fotografía el producto junto a la cantidad de azúcar que contiene en cubos de azúcar, usando el mismo lenguaje visual que emplea la industria para vendernos sus productos. Fotografía limpia, iluminació­n cuidada, retoque atractivo, impacto visual, etcétera”.

Hay cuatro cubos y medio

de azúcar en una pizza, nueve y medio en una gaseosa de 300 ml, tres en 50 gramos de salsa de tomate, seis en un té de limón de 330 ml, 13 en un energizant­e de 500 mililitros y 20 en un café de variedad mocca blanco, con nata y sirope de chocolate: ¡10 veces más de lo habitual en un café!

“Sí podemos vivir sin consumir azúcar refinada y de seguro eso prevendría muchas enfermedad­es. Eso debido a que dentro de los alimentos naturales encontramo­s azúcares simples como la fructosa y la lactosa”, replica Carmona.

Podríamos dejar al azúcar por completo, como es la recomendac­ión de los expertos, sin embargo no sólo depende de nosotros. Hay temas económicos y sociales que influyen.

Ahora bien, no es necesario tomar una decisión radical, si así no lo quiere en su vida. Se recomienda, eso sí, disminuirl­o y reducir los excesos. Se puede comer la pizza, pero no sumarle tres postres más. Es asunto de moderación.

Colombia y el mundo

El 51 % de población adulta y el 17 % de la infantil se encuentran en sobrepeso u obesidad en Colombia, según la Encuesta Nacional de Situación Nutriciona­l en Colombia (Ensin).

Añade que el 40 % de los hombres y el 62 % de las mujeres presentan obesidad abdominal en el país. La tendencia de aumento de peso se ha acentuado en los últimos cinco años, y con mayor intensidad en personas en situación de pobreza.

En 2016, para atender las recomendac­iones de la OMS, el Ministerio de Salud acompañó la iniciativa de gravar con más impuestos a las bebidas azucaradas en la pasada reforma tributaria. Se propuso al Congreso aumentar el precio de estos productos en 20 % para desestimul­ar su consumo, y así impactar en la salud

pública y recaudar 1,89 billones de pesos más para financiar programas de salud.

Pero esa idea no sobrevivió en el Congreso, mientras en medios hubo un amplio debate público entre las posiciones de embotellad­oras y gremios empresaria­les y las posturas de médicos especialis­tas.

Por ahora, en Colombia no se discute más la idea, pero en otros países como Chile, México, Francia, entre otros, el impuesto a las bebidas azucaradas ya fue implementa­do

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