Así viví los primeros días de la tragedia en Mocoa
“Retroceder en el tiempo para mí es doloroso. Esa noche estaba con mi hija de ocho años. Vivo en una casa de arriendo que está cerca a la quebrada Taruca. Justo ese día terminé muy tarde una junta departamental de bomberos y como a las 9:30 p.m. llegué a la casa y me quedé dormida. Una hora después un olor muy fuerte me despertó. Me levanté y me di cuenta que estaba lloviendo. Me asomé al balcón y vi el nivel del agua había comenzado a subir. El olor era muy fuerte y luego caí en cuenta que era lodo. Y comenzó un ruido impresionante que jamás olvidaré. Jamás olvidaré tampoco el cielo denso, un cielo que se veía a dos metros de mi cabeza. Le insisto, jamás olvidaré el olor de esa noche. Tan pronto vi eso, cogí a mi niña y la monté en mis hombros y salí con ella a la calle y comencé a llamar para que viniera alguien por mí. Cuando llegué a la esquina de mi casa ya el agua bajaba con motos, árboles, rocas. No pensaba en no mojarme, sino en que tenía que llegar a mi oficina para activar el puesto de mando unificado y llamar a Bogotá a avisar de la emergencia. Eso fue lo que hice. Llegué con mi hija a la Defensa Civil y comencé a coordinar todo. Recibí llamadas de todos los barrios y empecé a dimensionar la tragedia. En la mañana todo fue muy duro. A las 6:00 a.m. me fui con todos, incluida mi hija, para el barrio San Miguel, y ahí vi niños muertos y la gente llorando. Durante los próximos dos días no comí ni pude bañarme porque no había agua. Mi vida apenas está volviendo a la rutina, ha sido tan duro que por eso pienso que esto no puede volver a ocurrir. Mi niña llora cada vez que escucha llover”.