El Colombiano

En Bojayá también crece la

Una nueva generación quiere cambiar el rostro de ese municipio chocoano.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M. Enviada especial a Bojayá, Chocó

Siempre tiene una sonrisa. Yúdifer Espinosa Moreno es tal vez la joven más aplicada de su clase, la admiración de sus maestros, el orgullo de su madre.

Sueña con ser cantante. A veces cuando se deja llevar por los pensamient­os, se imagina un estadio lleno de fanáticos coreando sus canciones. En realidad quiere ser tan famosa como Goyo, de Choquibtow­n.

Sabe que cumplir esos sueños no será fácil, para ello necesita disciplina, aunque no cree que su origen humilde pueda ser un obstáculo para lograrlo, por el contrario podría ser una marca que la impulse: “De Bojayá para el mundo”.

Lo que sabe de la masacre

Cuando se piensa en una niña de 14 años en Bojayá es común creer que es afortunada, pues no le tocó el conflicto, sin embargo es una idea equivocada.

Aunque Yúdifer estaba aún en el vientre de su madre cuando ocurrió la masacre del 2 de mayo de 2002, también ha vivido en carne propia el dolor de la guerra tan común en las riberas del río Atrato.

“Cuando yo tenía aproximada­mente 8 años en el nuevo Bellavista, en el remodelado, se veía mucha guerra, porque siempre había disparos, uno estaba en el colegio y tenía que agarrar todas sus cositas, meterlas rápidament­e al bolso y salir corriendo”, recuerda la menor de edad.

Los adultos le explicaban, entonces, que segurament­e era que se iba a meter la guerrilla otra vez, lo que la llenaba de temor, porque ya había oído a su madre, a su abuela y a sus tías hablar de una masacre que hubo en la iglesia de Bellavista viejo, o Bojayá, donde murieron varios de sus familiares, en 2002.

“Según lo que he escuchado, la guerra empezó por una disputa de territorio, porque aquí estaban unos señores y no se querían ir de este pueblo. Hubo muchos muertos, dicen que fueron 79 muertos, pero yo creo que fueron más de 100. No solamente se perdió lo físi- co, sino lo intelectua­l, las tradicione­s y la cultura. Cada vez que uno va a Bojayá le da un poquito de melancolía”, anota Yúdifer.

No todos quieren hablar

Fréider Tejada Córdoba es primo de Yúdifer, pero nunca ha querido averiguar por la masacre. Sabe que hay mucha tristeza alrededor del tema y por eso trata de evadirlo cada vez que puede.

“Los adultos no me dicen nada de eso, porque yo no les pregunto. No me interesa. No me gusta la tristeza”, asegura el muchacho que también está por cumplir 15 años.

Cada que hay cosecha de mango o marañón, Fréider llega en una lancha a Bojayá viejo a disfrutar de los árboles que plantaron hace años sus abuelos, sus tíos y los vecinos de entonces. “Yo no siento nada en esas ruinas, solo me gustan mucho las frutas”, señala insistente el adolescent­e.

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Yúdifer Espinosa cumplirá 15 años en agosto. No le tocó la masacre de Bojayá, pero sí creció en medio del

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