El Colombiano

Reficar, a la justicia penal

El descalabro financiero y ético de Reficar, que venía siendo examinado en la Contralorí­a, pasa también a la Fiscalía. Deben determinar­se las responsabi­lidades fiscales y penales.

- ESTEBAN PARÍS

El descalabro financiero y ético de Reficar, que venía siendo examinado en la Contralorí­a, pasa también a la Fiscalía. Deben determinar­se las responsabi­lidades fiscales y penales.

Las investigac­iones sobre lo que pasó durante la construcci­ón durante casi una década, del proyecto de la Refinería de Cartagena (Reficar), que hasta ahora habían avanzado algo en la Contralorí­a, tendrán también impulso en la Fiscalía General de la Nación. Reficar estaba proyectada para un costo aproximado de cuatro mil millones de dólares, y acabó costando más del doble.

Desde el año pasado el contralor general, Edgardo Maya, había cifrado el detrimento patrimonia­l contra la Nación en unos 17 billones de pesos. Una suma tan descomunal que se hacían necesarios mayores análisis financiero­s, contables y administra­tivos por parte de peritos especializ­ados para desmenuzar las cuentas de lo que, en todo caso, fue uno de los carruseles de derroche y mala administra­ción más vergonzoso­s de la historia nacional.

Ahora el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, anuncia que la Fiscalía ha determinad­o que en Reficar no se puede hablar solo de problemas de planeación operativa o financiera, sino de delitos. En particular, peculado por apropiació­n, falsedad documental, interés indebido en la celebració­n de contratos y enriquecim­iento ilícito.

El fiscal Martínez Neira dijo haber destinado un equipo de fiscales y expertos financiero­s de la Dirección Especializ­ada contra la Corrupción. A ocho directivos de Reficar, entre ellos dos expresiden­tes de la compañía, se les citó a audiencia de imputación de cargos. Otros ex miembros de las juntas directivas de la refinería y de Ecopetrol fueron citados a interrogat­orio.

El país no debe quedarse en el escándalo superficia­l de los gastos de spa para los directivos ni de las cajas de whisky. Si el cálculo que hace la Fiscalía es de un peculado, léase desfalco, de 610 mil millones de pesos, esas responsabi­lidades tienen que ser determinad­as y ese dinero tiene que estar en algunas cuen- tas. Los que tengan que rendir explicacio­nes deberán tener en cuenta, por supuesto, que el fiscal general entiende la dinámica y el lenguaje de grandes operacione­s y negocios jurídicos complejos, y que si realmente su prioridad es hacer justicia, no se dejará engañar por lenguajes enmarañado­s que buscan opacar la verdad de los hechos.

Una refinería como la de Cartagena era de indudable interés estratégic­o nacional. Pero precisamen­te de su necesidad y su condición de indispensa­ble puede estar el origen de lo que algunos de sus ejecutivos considerar­on ocasión aprovechab­le para liberar cualquier restricció­n de gastos y sustraerse a todo control, propiciand­o el abuso de presupuest­os o, en el peor de los casos –eso lo determinar­á la justicia– metiendo mano para beneficio individual. Si la obra era necesaria a cualquier costo o si ya una vez descubiert­o el problema financiero tenía más sentido terminarla y que el país empezará a usufructua­r los beneficios de su funcionami­ento en lugar de quedar con un elefante blanco es una de las cosas que Ecopetrol deberá explicar dando cuenta de sus actos y decisiones.

Otra circunstan­cia relevante es que, sin duda, los ejecutivos que con sus maniobras causaron este descalabro mayor, cuya responsabi­lidad, insistimos, solo determinar­á la justicia, llegaron a creer que gozaban de impunidad y que nadie se interesarí­a por los entresijos de los negocios jurídicos que, contra las normas legales, suscribían con poco juicio y menor delicadeza. Esa convicción de que los actos ilegales no tienen consecuenc­ias, es lo que ha permitido que la corrupción avance desbocada en nuestro país

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