EL DERECHO A LA HOSPITALIDAD: VENEZUELA
Kant establece en Sobre la paz perpetua que la hospitalidad no es filantropía, sino “el derecho del extranjero a no ser tratado con enemistad a su llegada a territorio foráneo”. Afirmó que la hospitalidad no es un deber moral, ni una virtud de la sociabilidad, ni depende de la generosidad que los miembros de una comunidad política puedan mostrar por los extranjeros en situación de necesidad.
Kant continúa, se “puede rechazar al extranjero, si esto puede suceder sin la ruina de aquel, pero mientras el extranjero esté en su sitio pacíficamente, no puede el otro comportarse hostilmente. No puede apelar a un derecho del huésped, sino a un derecho de visita, que les corresponde a todos los seres humanos, de ofrecerse a la sociedad en virtud del derecho de propiedad común de la superficie de la tierra”. Así, la hospitalidad no es un deber moral, no se otorga por consideraciones de caridad, es un derecho humano. Es decir, un derecho de los hombres por su pertenencia a la humanidad. Pero los hombres, además de pertenecer a la humanidad, pertenecen a Estados nacionales y allí tienen derechos civiles garantizados por estos.
Esto plantea el siguiente problema: ¿La hospitalidad y el asilo son “derechos” en el sentido de obligaciones morales fundamentadas en una idea de humanidad? ¿o son derechos jurídicos en el sentido de que las normas domésticas son “expresión del sentido de nosotros mismos como una única comunidad histórica comprometida en el auto-gobierno a través del derecho?” (Kahn). Kant no dio una respuesta clara y en el orden internacional actual permanece esta ambivalencia, que ahora nos afecta como colombianos.
¿Qué le debemos los colombianos a los venezolanos que cruzan la frontera, huyendo de su país y que buscan refugio u hospitalidad? Es injustificable el rechazo xenofóbico. Colombia no puede argumentar, como lo han hecho algunos alcaldes, que si una profundización de la crisis lleva a una salida masiva de venezolanos se debe imponer una política de fronteras cerradas. Inaceptable el chovinismo del coscorrón: “las casas no son para los venecos”.
Sería injusto negar la hospitalidad a los venezolanos, con quienes tenemos una deuda de solidaridad por el apoyo que ellos dieron a nuestros compatriotas, que en el pasado se asentaron en Venezuela, por razones económicas y políticas. La obligación de los Estados de ofrecer hospitalidad a los refugiados y a quienes buscan asilo debe equilibrarse con los intereses de bienestar del propio Estado. Colombia debe hacer mucho más por los venezolanos que buscan apoyo, pero no es el único país llamado a colaborar. América Latina debe actuar como una región solidaria. Perú ha marcado la pauta, proponiendo la creación de un fondo común multilateral en caso de crisis humanitaria en las fronteras de Venezuela.
Es necesario que se desarrolle una política migratoria capaz de enfrentar las consecuencias de la crisis venezolana. Es indefendible que se contrate de forma ilegal a los extranjeros, con salarios por debajo de los normales, sin afiliación a la seguridad social y sometidos a una explotación humillante
Colombia debe hacer mucho más por los venezolanos que buscan apoyo.