LA TRAGEDIA VENEZOLANA
No sorprenden los proyectos de estafa de Maduro contra lo que va quedando allá de democracia. Ahora anuncia darle un golpe de Estado a la Asamblea Nacional, sustituyéndola por una Constituyente tan populista como manipulable. Parte de la fiesta del delirante y arbitrario personaje, siempre dispuesto a decapitar los restos de vida institucional venezolana.
Pobre Venezuela. Cada día se vuelve más agresiva su caótica situación. Cada vez se conocen mayores excesos contra su inerme población del autoritario que la maneja a latigazos. Todo enmarcado en sectores de unas fuerzas militares penetradas de corrupción y sobre cuyas bayonetas se sienta el régimen de Maduro.
El poder de sus altos mandos castrenses es desproporcionado. Hace mucho rato que abandonaron los cuarteles y se fueron a cuidar sus cuentas bancarias. En ellas han encontrado la “guaca” para vivir cómodamente a espaldas del pueblo venezolano. Hoy, dice un informe de la periodista
Angélica Lagos en El Espectador, “controlan la importación de alimentos, las fábricas de uniformes, tienen canal de televisión, banco, ensambladora de vehículos”. Además, agrega, “mantienen pozos de petróleo y el negocio de vender productos de la industrias minera, petroquímica, petrolera y gasífera”. No se les queda nada por fuera. Omnipotentes y arrogantes manipulan una economía de escasez.
Pero la cosa no para allí. Ni siquiera en la época en que el verde oliva cubría, por allá en los años 50 del siglo pasado, la geografía latinoamericana, tuvieron tanto poder y riqueza para explotarla en su propio provecho. “Tienen aumentos frecuentes de salarios y acceso a productos y beneficios sociales que pocos venezolanos reciben”.
Para complementar tal estado de corruptela, milicias del chavismo, armados hasta los dientes, actúan bajo la sombra de la impunidad. Son empresas criminales que convierten a sus inermes compatriotas en carne de cañón para practicar puntería contra seres humanos cansados de aguantar carestías y enfermedades, por carencia de alimentos y medicinas.
Con semejante situación, rehacer el hilo constitucional a través de la convocatoria a elecciones libres no se ve posible a corto plazo. Es un régimen tiránico que no solo ofende a Venezuela sino que afecta a Colombia, al limitar con esa “primera potencia militar en la región”, conducida por un alienado en permanente disposición camorrista. Y que ha descubierto para el chantaje las contradicciones del gobierno colombiano, al entregarle el protagonismo como garante del proceso de paz.
El gobierno de Maduro ha venido repitiendo la tradición de incomodidad y beligerancia de gobiernos venezolanos contra Colombia. La historia desde épocas de Bolívar registra hechos de instigaciones y desafíos que si no han llegado a peores ha sido por la diplomacia, la prudencia, o la desvergüenza de gobiernos colombianos. Hoy saca los dientes cuando Colombia levanta la voz. Y la mantienen extorsionada con revelar secretos que comprometerían al gobierno Santos...
Adivinar lo que pronto pasará en Venezuela es difícil. No se sabe cuántos muertos – de los 30 que van en las últimas semanas– requiere la comunidad internacional para pronunciarse con valor. América Latina carece de instituciones y de liderazgos con capacidad de darle un ultimátum al sátrapa venezolano para que convoque a elecciones libres y transparentes