¿CAMINAR EL CENTRO?
Al centro se le despojó de su legado histórico, bien por las llamas que misteriosamente asolaron al parque Berrío a comienzos del siglo XX o por el traslado del núcleo cívico y político que culminó con la construcción de la Alpujarra y Plaza Mayor. El legado colonial fue también arrasado por el ensanche de las calles y la expansión urbana prevista en el plano de Medellín Futuro, que no supo cohesionar el pasado de la ciudad con las ideas progresistas de reacios ingenieros, médicos y urbanistas. Inclusive proyectos realizados por la Sociedad de Mejoras Públicas como la Plazoleta Nutibara y el parque Bolívar, pasaron de renovar la imagen del corazón de Medellín a perder su encanto.
En cambio, estos lugares fueron apropiados por actores al margen de la ley y aunque los problemas de tráfico de drogas, prostitución y crimen organizado son comunes a toda la ciudad, en el centro se perciben de forma más directa por las miles de personas que lo transitan diariamente.
El panorama al que se enfrentan es caótico, irrisorio y preocupante, como si se tratase de un concierto de Maluma. El abundante comercio, el alto flujo vehicular, la contaminación visual y auditiva, además de los ritmos de la vida moderna, hacen que cualquier recorrido sea reali- zado de afán, como si el centro fuese un lugar de paso donde escasea la tranquilidad.
Por lo tanto, revitalizar y hacer del centro un lugar común para los medellinenses, requiere que bajo un POT se regule de forma sensata a las realidades sociales, económicas y políticas de la comuna 10, la forma de trabajar, habitar y circular el centro, disminuyendo sus problemáticas y proyectándose sobre lo que queremos ser como ciudad a futuro. En ambos casos, el peatón debe ser prioritario, apostando por propuestas culturales, áreas verdes y la conexión de los sitios públicos, porque cada parque, café, restaurante o acera, toma vida con quienes los recorren.
Caminar el centro implica hacer más democrático nuestro entorno urbano, en el sentido que el sociólogo
Henri Lefbvre denominó el derecho a la ciudad. Es el momento de volver a explorar, sentir y vivir un territorio lleno de oportunidades, mil historias por contar y de personas que se niegan a huir a los efectos nocivos de la modernidad y la urbanización