El Colombiano

¿CAMINAR EL CENTRO?

- Por ANDRÉS FELIPE SERNA VÉLEZ Universida­d de Antioquia Facultad de Historia, 4° semestre andres.sernav@udea.edu.co

Al centro se le despojó de su legado histórico, bien por las llamas que misteriosa­mente asolaron al parque Berrío a comienzos del siglo XX o por el traslado del núcleo cívico y político que culminó con la construcci­ón de la Alpujarra y Plaza Mayor. El legado colonial fue también arrasado por el ensanche de las calles y la expansión urbana prevista en el plano de Medellín Futuro, que no supo cohesionar el pasado de la ciudad con las ideas progresist­as de reacios ingenieros, médicos y urbanistas. Inclusive proyectos realizados por la Sociedad de Mejoras Públicas como la Plazoleta Nutibara y el parque Bolívar, pasaron de renovar la imagen del corazón de Medellín a perder su encanto.

En cambio, estos lugares fueron apropiados por actores al margen de la ley y aunque los problemas de tráfico de drogas, prostituci­ón y crimen organizado son comunes a toda la ciudad, en el centro se perciben de forma más directa por las miles de personas que lo transitan diariament­e.

El panorama al que se enfrentan es caótico, irrisorio y preocupant­e, como si se tratase de un concierto de Maluma. El abundante comercio, el alto flujo vehicular, la contaminac­ión visual y auditiva, además de los ritmos de la vida moderna, hacen que cualquier recorrido sea reali- zado de afán, como si el centro fuese un lugar de paso donde escasea la tranquilid­ad.

Por lo tanto, revitaliza­r y hacer del centro un lugar común para los medellinen­ses, requiere que bajo un POT se regule de forma sensata a las realidades sociales, económicas y políticas de la comuna 10, la forma de trabajar, habitar y circular el centro, disminuyen­do sus problemáti­cas y proyectánd­ose sobre lo que queremos ser como ciudad a futuro. En ambos casos, el peatón debe ser prioritari­o, apostando por propuestas culturales, áreas verdes y la conexión de los sitios públicos, porque cada parque, café, restaurant­e o acera, toma vida con quienes los recorren.

Caminar el centro implica hacer más democrátic­o nuestro entorno urbano, en el sentido que el sociólogo

Henri Lefbvre denominó el derecho a la ciudad. Es el momento de volver a explorar, sentir y vivir un territorio lleno de oportunida­des, mil historias por contar y de personas que se niegan a huir a los efectos nocivos de la modernidad y la urbanizaci­ón

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