El Colombiano

¿QUÉ HAY EN UN NOMBRE?

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redacción@elcolombia­no.com.co

“¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa, con cualquier otro nombre perfumaría igual de dulcemente” (Julieta, en el jardín de los Capuleto). ‘Romeo y Julieta’, de William Shakespear­e.

Cuántas vidas cruzan nuestro camino sin que las notemos, nombres ajenos a los medios de comunicaci­ón y las redes sociales. Permítanme evocar una de esas historias, la de una sobrevivie­nte.

Su nombre, Martha Elena, proviene del arameo Marta (quiere decir “dama”) y del griego Helana (“antorcha”). ‘Dama Antorcha’. Martha Elena Jaramillo Panesso (24/08/1949 – 30/04/2017), la menor de seis hermanos, estudió Derecho en la Universida­d de Antioquia.

Fue magistrada del Tribunal Superior de Medellín en los años ochenta, cuando las heroicas acciones judiciales contra la mafia solían encabezar los titulares, seguidas de invitacion­es a las exequias de prestigios­os abogados. A Martha Elena nunca le gustaron los escoltas; no obstante, estuvo en la mira de los sicarios más temidos, esos que hoy son reconocido­s youtubers, “activistas de derechos humanos”.

Pero aquella década no fue tan oscura. Entonces nació su única hija, Manuela, toda la fidelidad y la desobedien­cia del ADN en un solo cuerpo.

Con su argumentac­ión inteligent­e, voz suave y palabra precisa, Martha Elena lograba aplacar el temperamen­to de los viejitos cascarrabi­as de la rama judicial.

En el año 2007, hizo parte de la lista propuesta por el Consejo Superior de la Judicatura para elegir los magistrado­s de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.

Gracias a sus anécdotas de juventud, supe que las jóvenes bien educadas también se atrevían a volarse por la ventana de la casa. Jamás la oí hablar de feminismo, solo fue libre, observador­a de la vida de mujeres transgreso­ras, reales y ficticias, como Virginia Woolf o la Ligia Cruz, de

Tomás Carrasquil­la. Su monografía “La carnavaliz­ación en Ligia Cruz” exploró al personaje, en el programa de Hermenéuti­ca literaria de Eafit.

Martha Elena, inseparabl­e de su hermana Alicia, fue la “ñaña” de su tío Antonio Panesso Roble

do. “Dicen que te has ido, pero desconozco el mapa del camino que lleva a que siempre estés entre nosotros como algo que fluye en el aire”, escribió antes de sembrar las cenizas de ‘ Pan- gloss’ bajo un caunce. Hace años, Alejandro Gaviria me comentaba en una entrevista que, tal vez, lo más triste de la muerte es lo que se pierde con cada individuo, el cúmulo de conocimien­tos, sensibilid­ad, pensamient­os… No en vano, Jaime Jaramillo

Panesso, hermano mayor de Martha Elena, la define como el “buque insignia” de la familia.

Cual desplante de “La niña sin miedo” frente al “Toro” de Wall Street, desafió a la muerte en cada asomo, sin reparar en violencia o enfermedad. No volveré a oír su habitual “Qui’hay, Ani”, ni veré sus manos, como trazos de Modigliani, sobre el regazo o el hombro de su esposo, Ignacio Ceballos. En sus columnas de El Espec

tador, mi tío abuelo Antonio solía preguntar como Julieta: “¿Qué hay en un nombre?”…

Entre sonatas de Schubert y suites de Bach, la “Dama Antorcha” se extinguió lentamente. Su calor permanece ■

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