EDITORIAL
Por un lado Maduro dice que convocará a un diálogo nacional para lograr la paz, pero por otro firma los decretos donde dice que la constituyente es para ratificar el “socialismo del siglo XXI”.
“Por un lado Maduro dice que convocará a un diálogo nacional para lograr la paz, pero por otro firma los decretos donde dice que la constituyente es para ratificar el “socialismo del siglo XXI”.
Todo un carrusel retórico e ideológico, que tiene en una confusión aun mayor a todo el pueblo venezolano, gira en torno a los discursos que el presidente Nicolás Maduro está lanzando desde el primero de mayo, cuando anunció la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
En cuestión de horas el gobernante bolivariano pasa de hacer invocaciones a un urgente diálogo nacional y a una búsqueda de la paz política, para en otras vociferar contra la “derecha terrorista” y una oposición a la que tacha de “criminal”.
Hay que partir de un hecho verificable y es que en Venezuela el presidente de la República tiene las atribuciones constitucionales para convocar a una asamblea constituyente. Así lo dispone la Constitución chavista de 1999.
Lo que han impugnado prácticamente todos los demócratas de América Latina es el objetivo real de dicha convocatoria y su forma de integrarla, pues el mismo Maduro dijo que la finalidad es reafirmar las políticas trazadas por Hugo Chávez.
Fue precisamente Chávez quien una y otra vez convocó elecciones y referendos para legitimar sus políticas. Mientras asfixiaba las libertades públicas y hundía la economía de mercado, esgrimía como argumento para presentarse como demócrata los llamados a las urnas que efectuaba casi cada año.
Pero si ahora Maduro dice que deja el poder decisorio sobre el futuro de su país en manos del pueblo, como constituyente primario, ¿cuál es la objeción de fondo, si eso, convocar a las urnas, era lo que reclamaba la oposición?
Pues que se trata de una asamblea constituyente que funcionará bajo el control de un único sector, el adepto al chavismo. Y esto no es una elucubración, sino que se concluye de las mismas palabras de Maduro y, sobre todo, de los decretos entregados ayer al Consejo Nacional Electoral de Venezuela.
Dice uno de los decretos que “con la bendición de Dios” se convoca a la constituyente para que el pueblo “exprese su férrea voluntad y máxima garantía de defensa de los sagrados derechos y logros sociales conquistados”. Y más adelante ratifica que el propósito es “preservar y ampliar el legado del Comandante Hugo Chávez”. No habrá, pues, posi- bilidad de manifestación distinta, por ejemplo para quienes propugnan legítimamente por cambiar el actual modelo, despótico y ruinoso.
Por otro lado, la integración de esa asamblea constituyente se hará por ámbitos sectoriales y territoriales, ¿Quién define dichos ámbitos? Una comisión de 14 miembros, todos de la nomenclatura chavista (incluidos un hermano de Hugo Chávez y la esposa del propio Maduro). Ese poder decisorio implica que los sectores que compondrán la asamblea serán solo los que esa comisión defina y convalide. ¿Será que van a dejar espacio allí para la oposición democrática, para modelos ideológicos distintos a los del aparato hoy gobernante? La respuesta la trae el mismo decreto que nombra la comisión constituyente: esta funcionará “para seguir fomentando las bases del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI”.
Nada bueno vendrá para la posibilidad de volver a instaurar una democracia en Venezuela. Un llamamiento a las urnas para una constituyente pierde todo su sentido democrático cuando las condiciones son fijadas para imponer un solo modelo donde cada vez caben menos venezolanos