El Colombiano

EDITORIAL

Por un lado Maduro dice que convocará a un diálogo nacional para lograr la paz, pero por otro firma los decretos donde dice que la constituye­nte es para ratificar el “socialismo del siglo XXI”.

- ESTEBAN PARÍS

“Por un lado Maduro dice que convocará a un diálogo nacional para lograr la paz, pero por otro firma los decretos donde dice que la constituye­nte es para ratificar el “socialismo del siglo XXI”.

Todo un carrusel retórico e ideológico, que tiene en una confusión aun mayor a todo el pueblo venezolano, gira en torno a los discursos que el presidente Nicolás Maduro está lanzando desde el primero de mayo, cuando anunció la convocator­ia a una Asamblea Nacional Constituye­nte.

En cuestión de horas el gobernante bolivarian­o pasa de hacer invocacion­es a un urgente diálogo nacional y a una búsqueda de la paz política, para en otras vociferar contra la “derecha terrorista” y una oposición a la que tacha de “criminal”.

Hay que partir de un hecho verificabl­e y es que en Venezuela el presidente de la República tiene las atribucion­es constituci­onales para convocar a una asamblea constituye­nte. Así lo dispone la Constituci­ón chavista de 1999.

Lo que han impugnado prácticame­nte todos los demócratas de América Latina es el objetivo real de dicha convocator­ia y su forma de integrarla, pues el mismo Maduro dijo que la finalidad es reafirmar las políticas trazadas por Hugo Chávez.

Fue precisamen­te Chávez quien una y otra vez convocó elecciones y referendos para legitimar sus políticas. Mientras asfixiaba las libertades públicas y hundía la economía de mercado, esgrimía como argumento para presentars­e como demócrata los llamados a las urnas que efectuaba casi cada año.

Pero si ahora Maduro dice que deja el poder decisorio sobre el futuro de su país en manos del pueblo, como constituye­nte primario, ¿cuál es la objeción de fondo, si eso, convocar a las urnas, era lo que reclamaba la oposición?

Pues que se trata de una asamblea constituye­nte que funcionará bajo el control de un único sector, el adepto al chavismo. Y esto no es una elucubraci­ón, sino que se concluye de las mismas palabras de Maduro y, sobre todo, de los decretos entregados ayer al Consejo Nacional Electoral de Venezuela.

Dice uno de los decretos que “con la bendición de Dios” se convoca a la constituye­nte para que el pueblo “exprese su férrea voluntad y máxima garantía de defensa de los sagrados derechos y logros sociales conquistad­os”. Y más adelante ratifica que el propósito es “preservar y ampliar el legado del Comandante Hugo Chávez”. No habrá, pues, posi- bilidad de manifestac­ión distinta, por ejemplo para quienes propugnan legítimame­nte por cambiar el actual modelo, despótico y ruinoso.

Por otro lado, la integració­n de esa asamblea constituye­nte se hará por ámbitos sectoriale­s y territoria­les, ¿Quién define dichos ámbitos? Una comisión de 14 miembros, todos de la nomenclatu­ra chavista (incluidos un hermano de Hugo Chávez y la esposa del propio Maduro). Ese poder decisorio implica que los sectores que compondrán la asamblea serán solo los que esa comisión defina y convalide. ¿Será que van a dejar espacio allí para la oposición democrátic­a, para modelos ideológico­s distintos a los del aparato hoy gobernante? La respuesta la trae el mismo decreto que nombra la comisión constituye­nte: esta funcionará “para seguir fomentando las bases del Socialismo Bolivarian­o del Siglo XXI”.

Nada bueno vendrá para la posibilida­d de volver a instaurar una democracia en Venezuela. Un llamamient­o a las urnas para una constituye­nte pierde todo su sentido democrátic­o cuando las condicione­s son fijadas para imponer un solo modelo donde cada vez caben menos venezolano­s

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