El Colombiano

HISTORIAS DE LOCOS BAJITOS (25)

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

No se diga más, los bajitos tienen la palabra:

Preguntas que Cristóbal y Juan Pedro, mellizos de 6 años, les han formulado a sus papás:

¿Comprar dos niños es más barato?

¿Por qué la gente pelea tanto si querer es tan fácil?

¿Adónde van las estrellas fugaces?

¿El pan del Padrenuest­ro lleva mantequill­a?

¿Las hormigas son mujeres o también hay hormigos?

¿A qué horas duermen las cigüeñas?

¿Por qué los perros no ladran en español?

A Ilona, mi nieta de 2 años largos, le mostraron mi foto en el periódico y comentó: “¡Mi abu, mi abu!”. Luego preguntó preocupada: “¿Y mi abi (abuela?)”.

Ramiro (6 años), presenciab­a el interrogat­orio que un encuestado­r le hizo a su mamá. Al retirarse, el niño le preguntó a la mamá que qué estaba haciendo ese señor. Ella le dijo que estaba recogiendo datos para un censo. Al llegar el papá del trabajo, esta fue la versión de Ramiro:

- ¡Papi, vino un señor buscando gatos para una cena en Colombia!

David Andrés, 3 años, asistía con su abuela a una ceremonia el Sábado Santo en la iglesia del barrio. En voz baja, la abuela lo instruía sobre la pasión y muerte del Señor. Como al salir al atrio no estaba el infaltable vendedor de crispetas, David Andrés dice: “Lástima que hayan matado al Señor, con las crispe- tas tan buenas que vendía”.

Los papás de Susana se cansaron de comprarle ropa fina y bonita. Solo le gustan los bluyines, las sudaderas y los chicles. Un día que caminaban por un centro comercial el papá le mostró a una niña parecida a ella, rubia, de pelo largo y lacio, de ojos azules, y quien llevaba un vestido muy hermoso y le comentó lo bien que se veía esa niña de vestido. A lo cual Susana contestó, con las manos en jarra:

- Papi, uno es como es y no como se vista.

Diálogo de Sofía, 4 años, con su mami:

- Hija, cómete el brócoli, ¿no ves que hay niños que no tienen nada qué comer?

- ¡Pues yo les comparto mi brócoli!

De José Manuel, de 5 años, estudiante del grado transición: “¿Te imaginas uno regar las plantas con leche y que de los árboles salgan vacas?”.

Una vez llamé a un cliente por teléfono. Al otro lado me respondió un niño. Al preguntarl­e por el papá o la mamá me dijo que él estaba haciendo la siesta y ella bañándose. Pero que sabía escribir bien y fácilmente podía anotar mi nombre. Francisco, le dije. Luego le deletreé letra por letra unas cinco veces. “F-r-a-nc-i-s-c-o- y le dices que me llame luego”. Después de un largo silencio, me causó risa la inquietud del pelao: -Señor ¿Cómo hago la F? Mi nieta Carla, de 5 años, me preguntó ¿por qué uno se tiene que morir si nació para vivir?

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