Literatura negra para ver la vida
El mexicano Emiliano Monge cuenta historias en las que persigue la verosimilitud, no la verdad. Está en la Feria del Libro de Bogotá.
En el periodismo, especialmente en el judicial y el de derechos humanos, se habla mucho de la necesidad de ponernos en el lugar de la víctima. La literatura permite ponernos en el papel de la víctima, claro, pero también en el del victimario.
Esta es una de las ventajas que encuentra Emiliano Monge, escritor mexicano de novela negra, ganador del premio Elena Poniatowska 2016, en la narrativa de ficción, a la que se dedica.
Nacido en 1978, dice que, como en Colombia, el narcotráfico en su país no es la causa de las violencias, sino que es una de las caras de la violencia de estas épocas.
“Primero fueron la Conquista y la Colonia españolas; luego, la Revolución Mexicana; más tarde, la Guerra de los Cristeros; en seguida, las violencias obrera y la urbana; tiempo después, la de guerrillas y la de estudiantes... Ahora es la del narcotráfico. Aunque hay otras formas de violencia más duras que esta, como el feminicidio”.
La literatura, explica Emiliano, al igual que otras formas artísticas como la pintura, le permite al lector cambiarse de lugar, salirse de sus prejuicios y ponerse en el sitio de alguien más.
A la Feria del Libro de Bogotá vino a hablar de sus dos novelas más recientes: Las tierras arrasadas y La superficie más honda.
Para la primera de estas obras realizó una investigación periodística, con trabajo de campo, entrevistas y recolección de testimonios. Sin embargo, a la hora de presentar el resultado, prefirió la ficción a la no ficción periodística, porque mientras el periodismo persigue la
verdad, la ficción va detrás de la verosimilitud y “esta da más margen de maniobra”.
Víctima y victimario
Cree que la literatura negra no hace apología del delito. Por una parte, la literatura en general “no se ha hecho nunca para complacer al lector, ni para acariciarlo, sino para ponerle retos y mostrarle nuevas formas de ver la vida. La apología encumbra o enaltece el acto criminal. La literatura que me interesa no se ocupa tanto del balazo, ni del que da el balazo, sino de lo que sucede en torno al disparo, lo que lo motivó y las consecuencias que genera”.
El narrador no efectúa juicios morales. Ve a los personajes como seres humanos en busca de otros. Entiende que cada uno, por movimientos dados en la lucha por la supervivencia, desemboca en una orilla opuesta a la del otro.
Politólogo de formación o, como él dice, de “deformación”, este conocimiento le ha servido para iluminar sus textos. Especialmente a la hora de pensar los temas, de planear el tratamiento y de valorar los asuntos que le interesarán tratar en la escritura. Por ejemplo, las migraciones le han inquietado desde hace tiempos.
La politología no aparece tanto en el momento de na- rrar. “Entre el tema y yo pongo la voz de un narrador que no siempre tiene las mismas ideas mías, y en ese instante no me interesa tanto abordar las cosas como un experto”.
Sobre su libro de cuentos La superficie más honda, publicado hace dos meses, el maestro mexicano de literatura negra Élmer Mendoza comentó en El Universal que Emiliano “es un narrador fino y un apostador nato. Le gusta el riesgo estilístico y miste- rioso, y su literatura está plagada de este sello: espíritu de búsqueda, auscultación profunda y despiadada del ser humano y sus eternas debilidades: la angustia, el desamor, el abuso de poder, la miseria, el control exhaustivo de los otros, el contexto enemigo, además de un manejo particular para dar voz a los personajes que vincula (...). En estos cuentos la cotidianidad es la victimaria principal”.
Emiliano Monge cree que los seres humanos, los de la vida cómoda, se identifican más fácil con otros que viven en ciudades como Tokio o Moscú, que con los campesinos que habitan a 60 kilómetros de ellos y que son quienes soportan muchas formas de violencia