El Colombiano

ESCUELA DE CONDUCTORE­S

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Sueño con una escuela de choferes que gradúe conductore­s.

Y entonces un día se juntaron el hambre y la necesidad, y se hicieron tan inseparabl­es como la uña y la mugre. Hablo de la movilidad y la calidad del aire en Medellín. Los dos problemas, que no empezaron precisamen­te ayer, se han agudizado en los últimos años.

Tengo muy claro que la contaminac­ión ambiental no es producida solamente por los carros que transitan por las calles, y también sé que una de las pocas maneras que tenemos los ciudadanos de ayudar en ambos problemas es haciendo uso del transporte público, llámese bus, taxi, metro, colectivo, bicicleta o Uber. Pero no siempre la experienci­a es grata.

En el metro no cabemos todos en las horas pico. El promedio de viajeros en un día típico laboral es de un millón de personas. Un medio de transporte que usa fuentes de energía limpias para evitar la emisión de partículas contaminan­tes es una bendición del cielo, pero el metro solo no puede garantizar­nos bocanadas de aire puro. A pesar de que esta empresa ha adelantado acciones para mejorar el servicio, como la adquisició­n de trenes nuevos y la ampliación de los puntos de recarga de la Cívica, ha faltado solidarida­d del sector empresaria­l, que se resiste a flexibiliz­ar los horarios de sus trabajador­es para que no viajen todos a las mismas horas. Y habría que entrar a analizar qué aportes podría hacer también el sector educativo en materia de horarios.

El culto al carro tampoco ayuda. Hay quienes lo tienen como un apéndice de su cuerpo y, a no ser presionado­s por el rigor del pico y placa, no lo dejan en la casa por nada del mundo. La construcci­ón de nuevas vías y la chatarriza­ción parecen estar a años luz, así como restringir la entrada de vehículos nuevos al mercado y lograr que los dueños del transporte público aflojen para que sea el metro el gran articulado­r de la movilidad en Mede- llín. La bicicleta cada día gana más adeptos, pero la falta de vías idóneas y de cultura ciudadana de los conductore­s de vehículos frente a los ciclistas, es una queja sostenida.

Tal vez una de las resistenci­as más visibles frente al uso del transporte público sean los choferes que oyen mensajes de voz y contestan mensajes de texto mientras conducen, paran donde les da la gana y abusan no solamente del acelerador y del frenazo en seco, sino también de la ordinariez, salvo unos pocos, como si les hubieran ordenado a todos poner el radio a todo taco en la emisora donde habla pendejadas un borracho vulgar. ¡Aterradore­s!

Sueño con una escuela de choferes que gradúe conductore­s. Me dirán que chofer y conductor son sinónimos, pero son ellos los primeros en brincar cuando uno los llama de la primera manera (no sé dónde encuentran el componente despectivo, pero por algo será). Retomo la idea: ¿Qué tal un curso para conductore­s dictado por el Sena, el Metro o las empresas particular­es de transporte? En el pénsum debería haber materias como manejo mecánico del carro, formación en buena conducción, respeto por las normas de tránsito, respeto por el pasajero, entre otras, incluyendo algo tan básico y obvio como conocimien­to de la nomenclatu­ra de la ciudad y manejo de menuda para devolver.

¿Quieren que usemos transporte público? Entonces, procúrenno­s un transporte público bueno, limpio y seguro que nos invite a hacer parte de la solución del problema

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