El Colombiano

MEDELLÍN NECESITA MUJERES AUTÓNOMAS

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Las mujeres dan hoy al mundo una lección en la búsqueda de su autonomía e igualdad. Es admirable verlas revestidas de un protagonis­mo poderoso en cada uno de los campos de la creación humana. En especial las más jóvenes. Llaman la atención las que rompen los moldes y los estereotip­os, en particular en Medellín, de aquellas “protohembr­as” que se conciben como trofeos para machos adinerados.

La noche del viernes, por ejemplo, observaba en un café y teatro del barrio Laureles a una chica a la que le pregunté su nombre. Laura, me dijo. Personific­aba una universita­ria en la que la belleza no se cultivaba para las ambiciones. Servía a los comensales con una amabilidad y una humildad que cautivaban.

Qué reconforta­nte encontrar chicas que se deslindan de la cada vez más lamentable y repetida caricatura de las paisas hechas a la medida de personajes ostentosos y extravagan­tes. Laura me aguó los ojos. Así quisiera cualquier padre a una hija: digna, trabajador­a, autónoma. Hermosa, por demás. Capaz de no entrampar su vida en las apariencia­s, de no venderse a cualquier postor.

Esa es una reflexión que debe plantearse esta sociedad en la que a los jóvenes, y en especial a las mujeres, les atrae ahora con mayor frecuencia el camino fácil que termina siendo el más deshumaniz­ante: verse como objetos en venta, en subasta. Gregarios y sometidos a la dependenci­a y la zona de confort de otros. En hogares en los que incluso los mismos padres y hermanos promueven esa proyección mercadeabl­e de la mujer. En los casos menos críticos, se cultiva una obsesión por la belleza física que reduce la autoimagen, la competenci­a y el éxito social de las niñas a su paulatina conversión en fetiches sexuales. Hembras educadas para el apareamien­to condiciona­do por contrapres­taciones de chequera.

Esta ciudad continúa de espaldas a la realidad detestable del turismo sexual. De la promoción, en muchos espacios y procesos, de una juventud obnubilada por el escalamien­to social a cualquier precio. Que ciudad desvaloriz­ada esa. Una que corre el riesgo de fundar su futuro en un consumismo prostituid­o, puto.

Pero Laura me devolvió la confianza, por lo menos me cortó el desencanto. Me mostró que entre estas nuevas generacion­es hay cientos, miles de mujeres líderes, talentosas, incorrupti­bles, disciplina­das e inquietas que están recorriend­o el camino de su independen­cia y humanizaci­ón. De una condición superior de conciencia acerca de lo que valen y pueden aportar a una sociedad urgida de reinventar­se más allá de patrones putrefacto­s y decadentes que a veces la cautivan y la rigen

Laura me devolvió la confianza en que aún tenemos tantas jóvenes dignas.

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