MEDELLÍN NECESITA MUJERES AUTÓNOMAS
Las mujeres dan hoy al mundo una lección en la búsqueda de su autonomía e igualdad. Es admirable verlas revestidas de un protagonismo poderoso en cada uno de los campos de la creación humana. En especial las más jóvenes. Llaman la atención las que rompen los moldes y los estereotipos, en particular en Medellín, de aquellas “protohembras” que se conciben como trofeos para machos adinerados.
La noche del viernes, por ejemplo, observaba en un café y teatro del barrio Laureles a una chica a la que le pregunté su nombre. Laura, me dijo. Personificaba una universitaria en la que la belleza no se cultivaba para las ambiciones. Servía a los comensales con una amabilidad y una humildad que cautivaban.
Qué reconfortante encontrar chicas que se deslindan de la cada vez más lamentable y repetida caricatura de las paisas hechas a la medida de personajes ostentosos y extravagantes. Laura me aguó los ojos. Así quisiera cualquier padre a una hija: digna, trabajadora, autónoma. Hermosa, por demás. Capaz de no entrampar su vida en las apariencias, de no venderse a cualquier postor.
Esa es una reflexión que debe plantearse esta sociedad en la que a los jóvenes, y en especial a las mujeres, les atrae ahora con mayor frecuencia el camino fácil que termina siendo el más deshumanizante: verse como objetos en venta, en subasta. Gregarios y sometidos a la dependencia y la zona de confort de otros. En hogares en los que incluso los mismos padres y hermanos promueven esa proyección mercadeable de la mujer. En los casos menos críticos, se cultiva una obsesión por la belleza física que reduce la autoimagen, la competencia y el éxito social de las niñas a su paulatina conversión en fetiches sexuales. Hembras educadas para el apareamiento condicionado por contraprestaciones de chequera.
Esta ciudad continúa de espaldas a la realidad detestable del turismo sexual. De la promoción, en muchos espacios y procesos, de una juventud obnubilada por el escalamiento social a cualquier precio. Que ciudad desvalorizada esa. Una que corre el riesgo de fundar su futuro en un consumismo prostituido, puto.
Pero Laura me devolvió la confianza, por lo menos me cortó el desencanto. Me mostró que entre estas nuevas generaciones hay cientos, miles de mujeres líderes, talentosas, incorruptibles, disciplinadas e inquietas que están recorriendo el camino de su independencia y humanización. De una condición superior de conciencia acerca de lo que valen y pueden aportar a una sociedad urgida de reinventarse más allá de patrones putrefactos y decadentes que a veces la cautivan y la rigen
Laura me devolvió la confianza en que aún tenemos tantas jóvenes dignas.