El Colombiano

CUANDO TRUMP SABE LO SUFICIENTE PARA QUEDARSE EN CASA

- Por MICHAEL KINSLEY redaccion@elcolombia­no.com.co

La Cena de Correspons­ales de la Casa Blanca es uno de los eventos sociales más repulsivos en Washington. Y debería ir alguna vez, si tiene la oportunida­d. Uno está empacado como sardinas en el salón de baile del sótano de los años 50 del Hilton de “Hinckley” (donde Ronald

Reagan recibió un disparo), comiendo comida de banquetes del hotel y tratando de ser escuchado por encima del ruido, mientras que la persona con la que está hablando mira por encima de su hombro buscando a alguien más importante.

Esta ocasión revela lo peor de la prensa de Washington. El propósito oficial de esta cena es promover los valores de la Primera Enmienda entregando becas. Un objetivo semioficia­l es crear una oportunida­d para que demasiadas personas tomen sus valores de Primera Enmienda de paseo.

El propósito oficial aparente de la cena es descrestar a los jefes patrocinan­do a la estrella más grande. (“Teníamos a Hitler en nuestra mesa, él nos dará una entrevista ahora con seguridad”.) El propósito real es mostrar al mundo que los periodista­s pueden arreglarse bastante bien.

Las cosas comenzaron a salirse del control en 1987, cuando un reportero llamado Mi

chael Kelly (editor posterior de El Atlántico, quien lamentable­mente murió en 2003 mientras cubría la guerra en Irak) trajo como su invitada a

Fawn Hall. Ella es la mujer que, como secretaria del Teniente Coronel Oliver North, dijo que le ayudó a lanzar una “fiesta de destrucció­n” para destruir evidencia durante el escándalo Irán-contra.

Pronto, la competenci­a para los invitados cambió de atrapar al subdirecto­r asistente más popular a atrapar al secretario del momento. Hollywood se interesó y empezó a enviar a actores, y luego a genuinas estrellas de cine. Surgieron after-parties. Luego ‘before-parties’ antes de las fiestas. El editor de Vanity Fair (y mi jefe), Graydon Carter, que es un genio en este tipo de cosas, empezó a lanzar una fiesta durante la cena, como la que hizo famosa en los Óscar. De repente, lo bueno no era estar en el evento principal, porque eso significab­a que no había sido invitado al evento secundario.

Puertas entre puertas. Fiestas dentro de fiestas. Todo el cuadrante noroeste de Washington se nubló con ansiedad de estatus. Pronto esta cena engulló a todo un fin de semana de primavera. La gente fingía que iban a estas fiestas solo bajo coacción de algún tipo.

Luego vino Donald Trump. El presidente anunció en febrero que no asistiría: el pri- mer presidente en saltarse este evento en más de 30 años. Incluso antes de eso, el aire se estaba saliendo del globo. Vanity Fair dijo que no iba a ofrecer ninguna de sus fiestas, la pequeña para unas 50 personas ni la grande para la cerrada élite de cientos. Bloomberg canceló un evento, así como The New Yorker. Los avistamien­tos de estrellas de cine eran pocos (ya menudo equivocado­s). Ver a estrellas de cine fue escaso (y a menudo equivocada­s).

El New York Times describió la cena como “una tradición de Washington que simboliza la cortesía entre el presidente y la prensa”.

Pero claro está que no hay cortesía entre la prensa y el presidente, quien llamó a los medios “el enemigo del pueblo americano”. Cortesía implica admiración mutua, o al menos respeto mutuo. Lo que tenemos ahora es más como desprecio mutuo, lo cual también puede ser sano, hasta un punto.

Más recienteme­nte, en esa forma irritante que tiene, Trump casualment­e ha dicho que irá a la cena. Debería ir mientras es presidente. Una vez. Entenderá la idea

La Cena de Correspons­ales de la Casa Blanca es uno de los eventos sociales más repulsivos en Washington. Esta ocasión revela lo peor de la prensa de Washington.

El New York Times describió la cena como “una tradición de Washington que simboliza la cortesía entre el presidente y la prensa”. Pero no hay tal cortesía; Trump llamó a los medios “el enemigo del pueblo americano”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia