UNA NUEVA REVOLUCIÓN
La revolución del fracaso está a las puertas, y llama. El término ‘revolución del fracaso’ lo leí en El País, de España, en un texto de Antonio Navalón, periodista español radicado en México.
La revolución rusa, ya fracasó; las revoluciones francesa y estadounidense, que dieron origen a la democracia, están agotadas; en otro plano, la revolución industrial ha llevado a un peligro extremo la conservación de un medio ambiente apto para la vida sobre la Tierra.
La manera tradicional de hacer política ha fracasado y hoy las sociedades reclaman un cambio.
Por eso las personas conocidas como outsiders (término que la Fundéu traduce como persona que no pertenece o a la que no se acepta como parte de un grupo u organización concreta) están incursionando con fuerza en la política, porque los veteranos y habituales políticos con su forma arcaica y deshonesta de manejar los intereses comunes, han construido un sentimiento de fracaso colectivo que genera frustración y una inmensa necesidad de cambio.
Exactamente en un año (mayo de 2018) estaremos en las elecciones presidenciales que serán todo un reto para el país con dos opciones claras (aunque quisiéramos una tercera, que no se sabe de dónde surgiría). La primera es continuar con las propuestas tradicionales que ya han tenido la oportunidad de dirigir al país, con los resultados que hoy vivimos; la segunda, que surgirá de la izquierda, donde las Farc serán el actor novedoso, con una propuesta que ya fracasó en el mundo; son dos propuestas ya fracasadas y agotadas.
La tercera, de surgir, carecería de la maquinaria política necesaria para mover al país y tendría que usar la vieja maquinaria viciada y corrupta que solo saber desempeñar el ‘servicio público’ para su enri- quecimiento particular.
En este siglo XXI, en otros lugares del mundo, como sostiene Navalón, ya ha estallado la “revolución del fracaso”, silenciosa, basada en el fracaso de los sistemas, que se está consolidando sin que exista un espíritu revolucionario. Es una revolución que lleva a la cúspide a los outsiders.
¿Surgirá un outsider en Colombia que represente el cambio, dotado de un lenguaje diferente, capaz de presentar y liderar una nueva forma de ‘servicio público’ que signifique el bien para las mayorías y esté por fuera de los sistemas ya probadamente fracasados?