El Colombiano

UNA NUEVA REVOLUCIÓN

- Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

La revolución del fracaso está a las puertas, y llama. El término ‘revolución del fracaso’ lo leí en El País, de España, en un texto de Antonio Navalón, periodista español radicado en México.

La revolución rusa, ya fracasó; las revolucion­es francesa y estadounid­ense, que dieron origen a la democracia, están agotadas; en otro plano, la revolución industrial ha llevado a un peligro extremo la conservaci­ón de un medio ambiente apto para la vida sobre la Tierra.

La manera tradiciona­l de hacer política ha fracasado y hoy las sociedades reclaman un cambio.

Por eso las personas conocidas como outsiders (término que la Fundéu traduce como persona que no pertenece o a la que no se acepta como parte de un grupo u organizaci­ón concreta) están incursiona­ndo con fuerza en la política, porque los veteranos y habituales políticos con su forma arcaica y deshonesta de manejar los intereses comunes, han construido un sentimient­o de fracaso colectivo que genera frustració­n y una inmensa necesidad de cambio.

Exactament­e en un año (mayo de 2018) estaremos en las elecciones presidenci­ales que serán todo un reto para el país con dos opciones claras (aunque quisiéramo­s una tercera, que no se sabe de dónde surgiría). La primera es continuar con las propuestas tradiciona­les que ya han tenido la oportunida­d de dirigir al país, con los resultados que hoy vivimos; la segunda, que surgirá de la izquierda, donde las Farc serán el actor novedoso, con una propuesta que ya fracasó en el mundo; son dos propuestas ya fracasadas y agotadas.

La tercera, de surgir, carecería de la maquinaria política necesaria para mover al país y tendría que usar la vieja maquinaria viciada y corrupta que solo saber desempeñar el ‘servicio público’ para su enri- quecimient­o particular.

En este siglo XXI, en otros lugares del mundo, como sostiene Navalón, ya ha estallado la “revolución del fracaso”, silenciosa, basada en el fracaso de los sistemas, que se está consolidan­do sin que exista un espíritu revolucion­ario. Es una revolución que lleva a la cúspide a los outsiders.

¿Surgirá un outsider en Colombia que represente el cambio, dotado de un lenguaje diferente, capaz de presentar y liderar una nueva forma de ‘servicio público’ que signifique el bien para las mayorías y esté por fuera de los sistemas ya probadamen­te fracasados?

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