El Colombiano

Quibdó quiere que este sea el último paro de su historia

Una marcha que reunió a todos los sectores y paralizó la ciudad dio inicio a la movilizaci­ón que, se espera, ponga los ojos del Gobierno nacional en el Chocó.

- Por MARIANA ESCOBAR ROLDÁN Enviada especial, Quibdó

Cuando en Quibdó anuncian paro cívico, la rutina de la capital chocoana se fractura sin certeza de cómo y por cuánto. Seis décadas de una lucha que solo cambia de fecha y protagonis­tas le han servido a la población para saber que ante el cierre indefinido del comercio, las escuelas, el transporte, los hospitales y hasta las 13 parroquias, no hay más opción que anticipars­e.

Esta vez, poco antes del inicio de la movilizaci­ón —el martes en la noche— al acostumbra­do vaivén de motociclet­as en el centro del municipio se sumó el caos en mercados y gasolinera­s.

Fernelly Ortiz quien ya perdió la cuenta de cuántos paros ha visto en Quibdó, lidiaba con una fila de dos cuadras de quienes a último momento querían tanquear sus vehículos o reservar combustibl­e en bolsas y tarros improvisad­os.

“Todos quieren tener contingenc­ia. No sabemos hasta cuándo va a durar esto y si se va a poner grave, por eso el patio y los alrededore­s están llenos”, dijo el empleado de la bomba Servicentr­o, que aunque no guarda esperanzas en que otra marcha logre poner los ojos del Gobierno en el Chocó, se quedará en casa los días en que la sociedad civil mantenga el cese de actividade­s.

Entretanto, los principale­s miembros del Comité Cívico por la Salvación y la Dignidad del Chocó, el grupo de líderes sociales que llamaron al paro, se reunían en la sede de un sindicato para ultimar detalles de la que llaman su “batalla final”: que no permitiría­n a los partidos políticos buscar protagonis­mo en la movilizaci­ón, que el comercio se mantenía firme en su cierre, que el Esmad (Escuadrón Móvil Antidistur­bios) estaba acuartelad­o y que a la marcha, poco después, llegarían sin divisiones.

Los indignados

Desde el Parque Manuel Mosquera Garcés, en el centro de Quibdó, partió ayer con pancartas y arengas un río verde, amarillo y azul (los colores de la bandera chocoana). Líderes sociales, estudiante­s, maestros, transporta­dores, comerciant­es e indignados marcharon contra el Gobierno Nacional, con el Atrato de fondo.

Seis caravanas, cada una con su voceador y su lista de consignas, detuvieron hasta pasado el mediodía el ritmo del municipio. En las ventanas de las casas quedaron apenas unos pocos curiosos, y en los negocios y sedes administra­tivas, uno que otro que incumplió la petición del Comité: Quibdó se paraliza, por lo menos, miércoles y jueves; el fin de semana reabre por el Día de la Madre, y el lunes, si el Gobierno no ha cumplido con las promesas que le hizo al Chocó el año pasado (ver nota anterior), el paro continúa.

Durante más de cuatro horas se hicieron sentir los alegatos por los costos e intermiten­cias del servicio de energía, por la desconecci­ón con el resto del país, por la falta de un acueducto y de un hospital de tecer nivel, porque no existe un mapa actualizad­o del departamen­to, “por la indiferenc­ia del Gobierno ante lo que cree que es solo un puñado de gente marchando”, denuncia Úrsula Holzapfel, una misionera laica alemana que aterrizó en Chocó hace 36 años y quien desde entonces, dice, solo ha visto el retroceso de esta tierra.

“Cuando llegué, el río Atrato estaba vivo, ahora las dragas de minería están en nuestras narices. Las comunidade­s tenían su pescado, sus huevos, no sufrían de hambre, y ahora tenemos que llevarles todo desde el centro. La violencia vino de afuera, se exacerbó y se empecinó en sacar a la gente del territorio”, arremete la misionera, quien espera que este paro sea el último.

Lo mismo quiere Mirla Valencia, de la Red Departamen­tal de Mujeres Chocoanas. Para ella, “dispuesta a ir hasta el final de este paro”, la discrimina­ción y la mediocrida­d estatal están detrás de una crisis que afecta a todos, sin excepción. “Somos nosotras y son nuestros hijos los que no contamos con un sistema de comunicaci­ón vial o acuático que nos saque de acá y que debemos esperar meses o viajar a Medellín para un examen médico o una cita con especialis­ta, porque nuestro hospital es precario”, afirma.

Todos se unieron

La indignació­n tocó también a los vendedores, que aunque en el paro cívico de agosto del año pasado retaron a los manifestan­tes dejando sus negocios abiertos, esta vez se unieron a las peticiones. Nabor Giraldo, dueño de Mercames, el supermerca­do en el que las Farc pusieron una bomba en febrero de 2014 y por la que falleció su hija Sandra Liliana, cuenta que alrededor de 3.000 comerciant­es detuvieron las ventas y que, si es necesario y pese a las pérdidas, la próxima semana están dispuestos a lo mismo hasta que el Gobierno responda por las súplicas del Chocó.

Y es que el futuro de este acto de resistenci­a sigue sien-

do incierto. En la tarde de ayer, Dilon Martínez, líder del Comité Cívico por la Salvación y la Dignidad del Chocó, dijo que el vicepresid­ente de la República, el general retirado Óscar Naranjo, lo llamó para ofrecerle una reunión hoy en Quibdó, y en la que se conformarí­a una nueva comisión para la negociació­n con el Gobierno, esta vez liderada por el secretario general de la Presidenci­a, Alfonso Prada.

Para Martínez, la llamada, e incluso el encuentro, no implican retroceder en los pedidos del Comité, a menos de que el Gobierno cumpla con lo pactado. Según él, es aventurado dar un estimado sobre cuánto estará Quibdó en cese, pero “dure lo que dure, cueste lo que cueste, si luchamos como chocoanos, esta lucha la ganamos”, expresó, haciendo referencia a una consigna que ayer, hoy y por tiempo indefinido se escuchará en esta capital

“Dure lo que dure, cueste lo que cueste, si luchamos como chocoanos, esta lucha la ganamos” DILON MARTÍNEZ Líder del Comité por la Salvación y Dignidad de Chocó.

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FOTOS EL MURCY Los líderes organizado­res de la marcha dicen que lograron el apoyo de miles de personas, entre las que estaban comerciant­es, transporta­dores, estudiante­s y campesinos.
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