“VERDE QUE TE QUIERO…”
Atlético Nacional tuvo el detalle de nacer meses después de que la cigüeña se desembarazara de mí.
Hace setenta años y monedas, nacíamos liberales o conservadores. católicos o católicos. El libre albedrío alcanzaba para escoger equipo de fútbol.
Claro que los mortales tenemos fecha de vencimiento como ciertos remedios. Los equipos renacen con el último gol que hacen. O les hacen.
Nacional y yo estamos cómodamente instalados en la “vejentud”, ese híbrido de vejez con juventud que algunos procuramos vivir.
Cuando empecé a ejercer el eterno oficio de hincha, la vida, el cine, la fotografía y la televisión eran en blanco y negro, colores de la nostalgia.
Soy nacionalista por llevarle la contraria al tío Aníbal que me regaló el fútbol. Él era hin- cha del poderoso DIM. Me invitaba a los clásicos al Atanasio Girardot con la secreta intención de reclutarme para su secta. Respetó mi decisión.
Si no había invitación a los clásicos nos esperaba la tribuna de gorriones, previo paseíllo por las Martes (canchas) donde los principiantes se jugaban el pellejo en cada amague.
Pero el tiempo pasa y mi sectarismo de verdolaga quedó atrás. A estas alturas del partido no derramo un niágara de lágrimas si pierde, ni quiebro la porcelana china comprada en El Hueco en la derrota. (Ojalá el Chapecoense haya ganado anoche la Recopa).
Veo el fútbol relajado, cual perrito de rico que mira el paisaje desde su puesto en el carro de la casa. Copiándome de
Eduardo Galeano voy por el mundo pidiendo la limosna del buen fútbol. Venga del gua- yo que viniere.
Agradezco chilenas, escorpiones, túneles, taquitos, paredes, bicicletas. En los tiros libres sufro por todos los integrantes de la muralla china de testículos que se forma. Son candidatos a eunucos. A nombre de sus familiares exijo eliminar ese brutal ceremonial.
La semana, la vida, valían la pena por la llegada del domingo. Saber que jugaría Humberto
“Turrón” Álvarez aliviaba cualquier tusa de amor platónico.
En los partidos entre barras jugábamos para el olvido, para nosotros mismos. Lo hacíamos por amor al arte. Ahora al arte le meten al “poderoso señor don dinero”.
El fútbol se jugaba los domingos. Ahora exprimen a los futbolistas sin contemplación alguna. La explotación del hombre por el gol, dicho con los “socialbacanos”. No les dan tiempo de jugar por placer que es como amar sin amor. Pero el tiempo útil del futbolista es corto y toca apretar el acelerador.
No era necesario ir al estadio para disfrutar del juego. La radio que hacía las veces de televisión e internet nos mantenía informados. Locutores de la talla de
Jaime Tobón de la Roche o Gabriel Muñoz López nos suministraban la información necesaria para hablar de ese delicioso opio del pueblo que es el fútbol.
Otros setenta años más para Nacional. Ni un día menos
Nacional y yo estamos cómodamente instalados en la “vejentud”.