El Colombiano

LA LITERATURA NO CALLA

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

El libro empieza en escala de grises. Es como un mar o como un prado, es como un camino sin gente, triste, doloroso. Es como una lluvia que cae. Hay que pasar la página. Y entonces el contraste: el verano, la gente está en la playa de aquel río inmenso. El amor, un color tan bello y apacible. Pero no dura mucho. Una nueva página gris, dos sombras sobre el agua. Luego el color, una pareja de jóvenes quieren amarse; luego el gris, la misma pareja años más tarde, huye con un niño en brazos. Lo único que hay en común entre el pasado y el presente es la misma casa, la que en su momento sirvió para celebrar el amor adolescent­e y ahora es un refugio, un lugar para esconderse. ¡El miedo!

La historia empieza: “Venían caminando desde lo pro- fundo de la noche, casi sin hablar, pasando cada tanto al hijo de los brazos de uno a los del otro”. Son los tiempos terribles en Argentina cuando los aviones militares tiraban al río inmenso, que parece un mar, a quienes estaban en contra de la dictadura. Y entonces aparecían a las orillas como si fueran ahogados. Pero no eran ahogados y por eso este libro escrito por Ma

ría Teresa Andruetto e ilustrado por Daniel Rabanal, que editó tan bellamente Babel, nos demuestra que la literatura no tiene que decirlo todo para que el lector entienda un tiempo, una angustia, el dolor que debieron sentir quienes huyeron y quienes nunca más volvieron a ver a los familiares desapareci­dos.

Cuando las páginas de un libro son capaces de hacer sentir la impotencia o la soledad, es porque el lenguaje ha llegado demasiado lejos, nos ha embargado, nos ha demostrado que las palabras tienen una fuerza indomable y por eso terminan por habitarnos sutilmente. “A lo lejos, el ladrido de los perros se desplaza por los campos, unos con otros se contestan en la noche y ella tiene miedo de que alguien entienda lo que dicen, de que otros sepan lo que pasa. Al despertars­e, descubre que está vestida, que han dormido así, es por el frío”.

“Los ahogados” es un libro que duele, es una voz sutil contra el olvido, es un reproche: “si no te hubieras metido en el sindicato…, si los de la organizaci­ón nos hubieran dado una mano, no tendríamos que estar escondidos aquí”. Una vez más la escritora argentina logra un relato magistral y uno queda temblando bajo ese gris angustioso que logró Rabanal en cada una de sus ilustracio­nes.

La voz de los ahogados, de los que huyeron, de los sobrevivie­ntes de la dictadura argentina, no es muy distinta a esa voz de nuestros muertos que reposan en los campos. La literatura también es esa voz que tiene que inquietar nuestras conciencia­s

“Los ahogados” es un libro que duele, es una voz sutil contra el olvido, es un reproche.

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