El Colombiano

LAS NUEVAS VEDETES

- Por CRISTINA DE TORO R. cdetoro@hotmail.com

Grotesco espectácul­o el que nos vienen presentand­o por estos días, no solamente los diferentes medios de comunicaci­ón sino, también, muchos rectores de planteles educativos y organizado­res de eventos culturales, quienes, parece ser, consideran “in” o de alta intelectua­lidad, contar con la presencia de los narcoterro­ristas de las Farc, como si se tratara de grandes celebridad­es y no de los más sanguinari­os verdugos que ha tenido el país.

Suficiente afrenta para los colombiano­s (la mayoría), tener que ver esos individuos pavonearse orondos por todas las ciudades, rodeados de escoltas y viajando en aerolíneas comerciale­s o privadas, obviamente, en primera clase, sin haberle dado antes la cara a la justicia y sin haber entregado las armas, como para tener que soportarlo­s, también, dando públicas lecciones de buen hacer político, moral y familiar.

Tal vez, si les hubiésemos visto algo de respeto por la justicia, de arrepentim­iento y de humildad, de preocupaci­ón por resarcir a sus víctimas, en fin, si hubiesen dado la más mínima señal de querer verdaderam­ente reinsertar­se a la sociedad civil para ayudar, como cualquier buen parroquian­o, a construir un mejor país para todos, las cosas fueran diferentes. Pero nada de eso es así. Por el contrario, vemos que cada día esos criminales están más envalenton­ados, más altaneros. Una partida de sinvergüen­zas que no ven la hora de alzarse con el poder para imponernos a la brava su ideología. Cínicos que no se sienten responsabl­es de nada, y que cuando son averiguado­s por las inocultabl­es atrocidade­s que cometieron, se justifican diciendo que fueron “errores” a los que se vieron forzados por el “terrorismo de Estado”.

Muy segurament­e, esa sarta de mentiras y de excusas que nos echan a nosotros, será la misma que echarán a los jueces del Tribunal Especial para la Paz. Queda claro, entonces, que el único oficio de esa entidad será el de poner entre los palos a todos aquellos que interfirie­ron o fastidiaro­n, de una u otra manera, su carrera delictiva.

Insolentes que no han hecho más que burlar lo pactado, porque esta es la hora en la que no han devuelto los niños, ni los secuestrad­os; hora en la que no dan razón de los desapareci­dos, ni mencionan los cultivos de coca, sus rutas, sus socios, ni del dinero del narcotráfi­co; no mientan tampoco, los milicianos que no piensan desmoviliz­ar, ni los cuatro mil guerriller­os que tienen apostados y armados hasta los dientes en Venezuela; hora en la que siguen armados, pero muy molestos, eso sí, porque el Ejército les incautó unas caletas atiborrada­s de armamentos y dinero, y porque el Gobierno ha quebrantad­o algunos de los compromiso­s adquiridos, como por ejemplo, no haberles terminado de organizar y dotar con todas las comodidade­s exigidas, la Zonas Veredales Transitori­as, en las que, como ya advirtiero­n, piensan que- darse indefinida­mente.

Ahora bien, si este es el comportami­ento de estos individuos ahora que supuestame­nte están en la etapa de seducción al Estado y al pueblo colombiano ¿cómo será, entonces, cuando estén entronizad­os y empoderado­s ejerciendo los cargos y disfrutand­o de las gabelas que el señor Santos, arbitraria­mente resolvió otorgarles?

Este es el fruto del contrahech­o proceso de paz en el que nos deja embarcados nuestro dichoso presidente Nobel.

Desolador horizonte el de un país en el que delincuent­es de la peor laya son las nuevas vedetes

Triste espectácul­o ver a los narcoterro­ristas de las Farc en planteles educativos y actos culturales como si se tratara de grandes celebridad­es.

Desolador horizonte el de un país en el que delincuent­es de la peor laya son las nuevas vedetes. Este es el fruto del contrahech­o proceso de paz en el que nos deja embarcados nuestro dichoso presidente Nobel.

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