El Colombiano

MANOS DE MAMÁ

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Entre tanta basura que suele llegar a través de las redes, de repente es posible encontrar algún tesoro escondido que vale la pena reciclar. Una mañana de domingo, hace muy poco, me llegó uno y lo guardé como oro en polvo para compartirl­o con ustedes, en especial con las mamás que lean este artículo, a las que celebro su existencia.

“Mano fuerte va barriendo, pone leña en el fogón / Mano firme cuando escribe una carta de amor / Manos que tejen haciendo nudos / Manos que rezan / Manos que dan / Manos que piden algún futuro / Pa no morir en soledad. ¡Ay, ay!”.

Estos versos hacen parte de Manos de mujeres, una canción de Marta Gómez, cantautora colombiana de talla mundial, aunque no tiene la fama, el reconocimi­ento ni el mercadeo de otros, pero que exalta al ser humano, los oficios, la nostalgia, el amor y la esperanza.

Y no solo me pareció muy bella y me quedó sonando, sino que, además, me tomé el atrevimien­to de cambiarle el título por Manos de mamá…

Manos que arrullan, que acarician, que enfatizan un regaño, que pintan en el aire al- gún por qué.

Manos pecosas, arrugadas y torcidas por alguna enfermedad. Manos que aplauden, que enjugan una lágrima, que sirven de bastón para subir un escalón. Manos bonitas que lucen una joya o sencillas que hornean un pastel. Manos que cocinan, que limpian, que empacan un “te amo” en una servilleta de lonchera. Manos que tejen, que remiendan y pegan un botón a la carrera. Que encienden una vela, que piden un milagro, que siembran semillas y desyerban un jardín.

Manos que pasan las páginas de un cuento preferido una y mil veces. Manos que enseñan la ternura acariciand­o un animal y se ponen firmes para educar en lo que no se debe negociar. Manos que llevan la mano del que aprende a escribir su nombre, que borran el tablero y vuelven a empezar, que amasan plastilina para formar una maqueta, que pintan un paisaje y enseñan a soñar.

Manos que soban una espalda, que protegen del frío y ayudan a sumar.

Manos que tienden una cama y apagan una luz. Que encienden una luz y quitan miedos, que encuentran una aguja en un pajar y regañan también por el desorden.

Manos que hacen y deshacen, orientan, corrigen desperfect­os y ayudan a encontrar el rumbo. Manos que empujan y atajan al ritmo de su instinto, manos que moldean el espíritu a punta de caricias o pellizcos.

Manos que sanan colitas de rana, que consuelan tristezas y aumentan alegrías. Manos que cuidan, que protegen, que inspiran, que sostienen.

Manos que juegan, que bendicen, que agradecen. Que afirman y confirman, que asienten o que niegan. Manos que empacan un regalo, que dan un apretón. Manos cansadas de tanto trabajar, pero dispuestas siempre a dar.

Y les dejo, a manera de regalo, un párrafo más de la canción: Manos de mujeres / Que han parido la verdad / Manos de colores aplaudiend­o algún cantar / Manos que tiemblan, manos que sudan / Manos de tierra, maíz y sal / Manos que tocan dejando el alma / Manos de sangre, de viento y mar. ¡Ay! ¡Ay!

Y un deseo: Que en este día especial esas manos de arquitecta­s del alma que tienen las mamás, también puedan abrirse para recibir ¡porque bien se lo merecen!

Manos que tejen, que remiendan, que encienden una vela, que piden un milagro... Manos de mamá.

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