FERNANDO GAVIRIA, IMPRESIONANTE
En el Giro de Italia del Centenario acumula dos victorias. Un sexto, un cuarto y un segundo puestos, en solo ocho etapas corridas. El próximo 19 de agosto cumple 23 años. Acaba de incorporarse al pelotón internacional en un equipo de primera línea, el Quick-Step Floors. Su adaptación al nivel más alto del ciclismo ha sido vertiginosa, como él, pero apenas empieza: tiene, por lo menos, diez años para luchar por la corona del más rápido.
Ya sacude y opaca a figuras como André Greipel, Mark Cavendish, Marcel Kittel, Nacer Bouhanni y Peter Sagan. A los dos primeros los ha vencido sobre la raya en el último año, en velocidad pura.
Colombia no había tenido jamás, ni de lejos ni de cerca, a un ciclista con semejantes con- diciones. Siempre escarabajos, nunca guepardos. Por eso Fer
nando Gaviria no solo sorprende al lote mundial sino que obliga a preguntar, aquí en el país, ¿de dónde salió este bólido? Viene de la pista, pero de un municipio frío del altiplano del Oriente de Antioquia, La Ceja. Un orgullo. Esta semana Víctor Hugo
Peña y Santiago Botero, dos de los mejores de los nuestros en el llano y en las jornadas contra el reloj, observaban lo difícil y riesgoso que es ubicarse entre los primeros 20 corredores en los embalajes. El organismo viene a tope, con las reservas de energía, después de recorridos de entre 160 y 220 kilómetros. Hay fatiga, estrés, ansiedad. Ganas de terminar. “Uno ni oye”, decía Peña.
Explotar de esa manera en los pedales, mantener la concentración para conseguir el lugar adecuado, ser un piloto temerario y lanzar el ataque en el momento justo, tienen méritos que desconocemos en un país de escaladores.
Gaviria está metido en ese grupo de corredores que logran subir a rangos de entre 1.700 y 1.800 vatios en un sprint. Desarrolla en su organismo la potencia de dos licuadoras industriales. Máquinas como el alemán Greipel al que los expertos le analizan sus piernas impresionantes.
Alguien en esta redacción ironizaba al hablar del ciclismo colombiano antes y después de Gaviria. En parte sí, porque jamás habíamos tenido a un kamikaze ( viento divino, en japonés) en la galería de los grandes corredores que han hecho conocer a Colombia en el mundo. Si Gaviria termina el Giro y gana, por qué no, otra etapa, y si Nairo Quintana sube a lo más alto del podio en Milán, nuestro ciclismo conquistará el pico más alto de su historia.
Gaviria habla como un niño, ingenuo y feliz: “Me acostaré con la maglia, no voy a dormir. Nadie podrá quitármela de encima”. Confiado, seguro. Le vienen años prometedores y a los aficionados la emoción de ver crecer a un nuevo hijo del viento
Sus piernas tienen los vatios de dos licuadoras industriales.