El Colombiano

Representa­ción para las zonas de conflicto

- OLGA ILLERA Directora Departamen­to de Ciencia Política Universida­d Jorge Tadeo

Este es un punto que se discutió por años en el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc, y era cómo garantizar una apertura del sistema democrátic­o, cómo llegar a las regiones más afectadas y permitir su participac­ión. El déficit democrátic­o siempre ha sido uno de los elementos estructura­les que justificó la lucha armada. Los beneficios que se buscan están orientados a permitir de forma transitori­a, es decir no permanente, la representa­ción en la Cámara de Representa­ntes de zonas, veredas, municipios que han sido territorio­s de violencia. Las caracterís­ticas con las que se selecciona­ron apuntan a la lógica de buscar “compensar” el olvido institucio­nal a estas zonas que, por definición dentro del plan gubernamen­tal, tienen como común denominado­r haber sido zona de violencia directa, pobreza, presencia de narcotráfi­co y debilidad institucio­nal. En ese sentido, dar voz y participac­ión a esas zonas permitirá que en los dos próximos períodos legislativ­os haya al menos 16 miembros que puedan hacer visibles nuestras fallas más notables... y es el de un desarrollo muy desigual del país. Lo de cómo controlar incluso no es claro, pues la reglamenta­ción vendría después. Solo se habla de que va a tener tratamient­o diferencia­l, volcado a minorías, a zonas rurales, pero no se establece el mecanismo de financiaci­ón. En cuanto a la inscripció­n, el proyecto la deja abierta al hablar de grupos significat­ivos. Allí se podría dar el “reencauche” de personas vinculadas a otras formas tradiciona­les de participac­ión. Sin embargo, hay que reconocer la capacidad organizati­va y asociativa de los colectivos campesinos e indígenas presentes en esas zonas, llamados a liderar y aprovechar este proceso.

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