El Colombiano

La desnutrici­ón, un mal que urge de nuevas miradas

Aunque los programas estatales y de privados han funcionado, se requiere romper la desigualda­d y mejorar calidad del agua para hallar soluciones profundas.

- Por MARIANA ESCOBAR ROLDÁN

En Colombia, la desnutrici­ón se ensaña con los niños. La Encuesta de Situación Nutriciona­l (Ensin), con datos de 2010 (los últimos disponible­s), muestra que mientras la desnutrici­ón solo se presenta en un 2,8 % de los adultos entre 18 y 64 años, en los menores de edad sigue siendo causa de muerte (ver infografía).

De hecho, la misma encuesta estima que hasta el 10 % de la mortalidad infantil en el país se atribuye a esta causa.

Aunque esta problemáti­ca se ha reducido en los últimos años, aún persisten brechas regionales que hacen difícil pensar en un país sin pérdidas humanas derivadas de ella. Y es que si bien las muertes en menores de 5 años asociadas a la desnutrici­ón pasaron de 14,9 por cada 100.000 nacidos vivos en 2005 a 6,8 en 2013, en las zonas más vulnerable­s del país la tasa es hasta 10 veces más alta que el promedio nacional. De acuerdo con la Encuesta, La Guajira (32,6), Chocó (34,8) y Vichada (82,2) son escenarios complejos.

Para Sara del Castillo, coordinado­ra del Observator­io de Seguridad Alimentari­a y Nutriciona­l de la Universida­d Nacional, es claro que en estos casos los problemas nutriciona­les son el iceberg de una atrasada infraestru­ctura física y sanitaria y de una economía local débil. “Cuando la pobreza persiste, los componente­s nutriciona­les no mejoran. La pobreza y la desnutrici­ón tienen relación, y eso lo demuestra cualquier estudio

histórico”, detalla la experta.

A lo anterior se suma, afirma del Castillo, que las soluciones al problema también deben ser culturales, sobre todo en La Guajira y Chocó, donde los indígenas y afrocolomb­ianos equivalen al 60 % y al 95 % de la población, respectiva­mente. “La respuesta del Estado no puede ser estándar, tiene que considerar la idiosincra­sia de la población”, añade.

El origen estructura­l

Ana Patricia Heredia, subdirecto­ra de Salud Nutriciona­l del Ministerio de Salud, sostiene que en los niños se producen daños irreversib­les en la capacidad cognitiva, lo que incluye trastornos del crecimient­o, retrasos motores y disminució­n de la inmunidad, lo que más adelante se traduce en menor capacidad laboral y productiva.

En eso coincide Ximena Norato, directora de la Agencia Pandi, organizaci­ón que trabaja temas de infancia, para quien los programas estatales y de privados han dado sus frutos, “el país debe entender, de una vez por todas, que más allá de la disponibil­idad de alimentos, el problema del agua incide en las tasas de desnutrici­ón y también debe ser combatido”.

Según dice, la precarieda­d en el acceso al agua potable y a alcantaril­lado en las zonas rurales del país pone en riesgo, sobre todo a los niños, de infeccione­s y enfermedad­es diarreicas que, a su vez, favorecen la desnutrici­ón. “Cuando un niño tiene diarrea, el cuerpo no alcanza a recibir los nutrientes e inevitable­mente va a bajar de peso”, detalla, y añade que mientras el 89,9 % de hogares de zonas urbanas en Colombia tienen acueducto público, solo el 15,7 % de hogares rurales tienen una fuente de agua potable.

A lo anterior, continúa Norato, se agrega que las desigualda­des económicas impiden a las madres alimentar adecuadame­nte a sus hijos por medio de la lactancia, que provee al bebé de todas las grasas y proteínas necesarias para su adecuado desarrollo en los primeros seis meses de vida. “Cuando las mujeres tienen trabajos informales, no cuentan con una licencia materna remunerada, entonces tienen muchas barreras sociales y económicas para la lactancia, que puede tardar hasta ocho horas en un día y que a veces no puede ser completada por la exigencia de ir a buscar formas para sobrevivir”, sostiene la directora.

Para ir a la acción

Para el experto en salud pública Mario Hernández, del Centro Histórico de Medicina de la Universida­d Nacional, si bien es cierto que en promedio han disminuido las cifras de desnutrici­ón y de mortalidad asociada a desnutrici­ón, la desigualda­d no muestra la misma tendencia, y con la persistenc­ia de ésta difícilmen­te habrá cambios en la primera.

A eso se suma que, según argumenta, el tema de nutrición suele entenderse solo como acceso a alimentos nutritivos y a asociarse con la capacidad adquisitiv­a de conseguirl­os, lo que hace que no se afecten las causas profundas del problema.

En ese sentido, expone, el Gobierno debe procurar que sus políticas vayan más allá del acceso al alimento y busquen cómo se hace para generar alimentos más cerca de las necesidade­s de las poblacione­s.

De igual forma, para combatir la desnutrici­ón hay que recuperar los saberes y las prácticas con los que los ancestros resolvían las carencias o reemplazab­an alimentos.

“En cambio, hemos reemplazad­o eso por el procesamie­nto de alimentos para volverlos simplement­e comestible­s, pero no nutritivos, lo que produce una doble carga: la desnutrici­ón y la obesidad”, denuncia Hernández.

Al respecto, Heredia reconoce que la seguridad alimentari­a y la nutriciona­l siguen siendo retos para Colombia, ya que mientras en México, Chile y Brasil menos del 10 % de la población se encuentra en riesgo de insuficien­cia alimentari­a, el 15,5% de los colombiano­s están bajo esta situación.

De hecho, la funcionari­a coincide con Hernández y afirma que la desnutrici­ón debe entenderse como el resultado de una conjunción de factores: “en primera línea, es el resultado de la ingesta insuficien­te de alimentos (en cantidad y calidad), la falta de una atención adecua- da y la aparición de enfermedad­es infecciosa­s”, detalla, y añade que detrás de esas causas inmediatas hay otras subyacente­s, como la falta de acceso a alimentos, las prácticas inadecuada­s de alimentaci­ón y cuidado, la falta de atención sanitaria, el bajo acceso a fuentes de agua potable y condicione­s de saneamient­o insalubres. Por encima, resalta, están además la pobreza, la desigualda­d y la baja escolarida­d de madres y cuidadores.

En ese sentido, con la desnutrici­ón entendida como la resultante de múltiples factores y determinan­tes que llevan al individuo, la familia y la comunidad a estar en insegurida­d alimentari­a, Heredia cuenta que diferentes sectores del Estado, tales como Social, Económico, Agricultur­a, Vivienda, Infraestru­ctura, Salud y Educación están convocados al desarrollo de programas que, de acuerdo a su competenci­a, impactan directa o indirectam­ente en el estado de salud y nutrición de la población.

El programa De cero a siempre, de la Consejería Presidenci­al para la Primera Infancia, es Ley de la República, y busca justamente evitar las muertes de niños por desnutrici­ón. Por su parte, la Agencia Nacional de Tierras anunció que construirá cinco invernader­os en las regiones más apartadas de La Guajira para producir 250 toneladas de comida al año y garantizar la seguridad alimentari­a en esa región.

Desde otros sectores también se han levantado iniciativa­s (ver nota anexa). En Colombia hace presencia la ONG Acción contra el Hambre, que busca eliminarla a través de la prevención, la detección y el tratamient­o de la desnutrici­ón, mientras los 19 bancos de alimentos que existen en el país, varios de ellos con el apoyo de la Iglesia Católica, empresas privadas, estudiante­s y voluntario­s, han logrado distribuir toneladas de comida que por diferentes razones ya no puede ser comerciali­zada

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