El Colombiano

Santos, y Colombia, ante Trump

La cita entre ambos presidente­s no es una anécdota social, sino desarrollo de relaciones bilaterale­s consolidad­as. Colombia, socia leal de EE. UU., y sus dignatario­s, esperan respeto recíproco.

- ELENA OSPINA

Mañana aterrizará en Washington el presidente Juan Manuel Santos, con miras a presentar ante dirigentes de los partidos Republican­o y Demócrata los resultados del proceso de paz y para abogar por la continuaci­ón de la cooperació­n económica norteameri­cana con Colombia. Y el jueves será la cita más relevante, pues lo recibirá el presidente Donald Trump, en la Casa Blanca.

Obviamente la atención se centrará en este encuentro. Del ámbito latinoamer­icano Trump solo se ha reunido con el presidente de México, Enrique Peña Nieto, con resultados humillante­s para este y su país; de Perú, Pedro Pablo Kuczynski; y de Argentina, Mauricio Macri, con quien se conoce desde hace muchos años y al que tributó cálidos elogios.

A estas alturas no se sabe qué piensa Trump de Colombia, de su gobierno, del proceso de paz con las guerrillas, ni siquiera qué juicio tiene sobre los magros resultados en la lucha contra el narcotráfi­co y la erradicaci­ón de los cultivos de coca. La única referencia, no oficial y con versiones contradict­orias, fue el corto encuentro con los expresiden­tes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, el pasado mes.

Nadie puede decir que las relaciones de Colombia con Estados Unidos no sean de la mayor importanci­a, sea cual sea el momento, en el pasado inmediato, el presente y el futuro. Para nuestro país dichas relaciones son, usando el propio lenguaje de la geopolític­a contemporá­nea, vitales: en la economía y el comercio, en lo militar, en lo geoestraté­gico, en lo educativo y cultural.

De allí que a los colombiano­s no les pueda ser indiferen- te la suerte de las relaciones bilaterale­s, y en particular lo que de positivo pueda resultar de esta visita presidenci­al. Aquí el asunto no es tanto si Trump dedica más o menos tiempo al presidente colombiano en ejercicio o a algunos de sus predecesor­es en reuniones informales, sino el contenido de lo que pueda comunicar bien y de forma clara quien actúa como Jefe del Estado colombiano, que di- rige las relaciones internacio­nales del país. Un desaire o un desencuent­ro no es una anécdota que vaya en desdoro del gobernante agraviado, como les ha pasado a Peña Nieto o a Angela Merkel, sino que es un mal mensaje para las naciones que esos gobernante­s representa­n. Hay que confiar en que el presidente de Colombia sea recibido con el respeto que merece su investidur­a y, sobre todo, como representa­nte de una nación que ha sido aliada leal y en no pocas ocasiones, sacrificad­a y sufridora.

No será extraño que Trump exprese sus preocupaci­ones sobre el aumento de los cultivos ilícitos en Colombia. Segurament­e el gobierno lo da por hecho, pues no es casualidad que el presidente Santos haya multiplica­do en las últimas semanas los actos en diversas regiones del país para hacer anuncios sobre sustitució­n de cultivos y programas de desarrollo alternativ­o.

También podría Trump hacer referencia al Tratado de Libre Comercio entre los dos países, que cumple cinco años de vigencia. O hacer referencia al caso venezolano, del cual sí ha hablado en otras ocasiones con los presidente­s recibidos con anteriorid­ad. Aquí habría que hacer una invitación al gobernante colombiano para que sea explícito en la defensa de los principios democrátic­os y de los derechos de los opositores, reprimidos de forma salvaje en Venezuela.

La diplomacia directa entre los presidente­s puede arrojar buenos resultados, sin perjuicio de continuar la gestión efectiva ante líderes del Congreso y de los centros de pensamient­o en Washington. A Juan Manuel Santos le debe ir bien, pero también, y ante todo, a Colombia

 ?? ILUSTRACIÓ­N ??
ILUSTRACIÓ­N

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia