El Colombiano

EL SILENCIO INSOPORTAB­LE

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

Aunque uno lo espere, por sus lealtades mal entendidas, no deja de producir indignació­n el aterrador silencio de un sector de la izquierda ante la catástrofe venezolana. Su forma de mirar a otro lado, de culpar a alguien más por las desgracias propias, de insistir en un modelo fracasado; es un espaldaraz­o para un gobierno corrupto y represor.

Personajes importante­s del socialismo dentro y fuera del país se muestran incapaces de formular críticas ante un chavismo destrozado por la corrupción y la burocracia, y reflejan en su comportami­ento la tibieza de carácter que tanto critican cuando le pertenece a la oposición.

Si por algún motivo, en foros reales o virtuales, salta la pregunta sobre el infierno que vive Venezuela, hacen muecas de soberbia y explican que son ellos, y no la mayoría, los que entienden los procesos políticos por los que atraviesa el Socialismo del Siglo XXI. Son iluminados, que ven lo que nadie más ve, y tienen siempre bajo la risa socarrona una respuesta de malabarist­a.

Una de las estrategia­s que más repiten es declarar que los problemas nacionales impiden opinar sobre lo ajeno. Que en Colombia, con el país aún a marchas forzadas en lo social, no tienen cara los que se meten con los vecinos. Dicen lo mismo los que defienden a Maduro desde Argentina, o desde México, o desde España. No se podría entonces nunca levantar la mano para la defensa de los otros si se aplicara esa falsa dicotomía que se cae de su peso bajo la lógica geopolític­a.

Y mientras el torbellino social, económico y político, acelera en su desgracia, el silencio se hace más insoportab­le. El tapabocas, que les sirve al mismo tiempo para cerrar sus labios y evitar el mal olor de lo que defienden, está sostenido por la prepotenci­a y la idea errada de que al PSUV le queda algún camino distinto que el de dar un paso al costado.

Es una concepción desacertad­a de la política, más cercana a la religión, en la que dejan de ser sujetos de análisis social para interpreta­r el triste papel de los devotos místicos. Y frente a ellos no hay razones que valgan. Quieren morir, como pregonan, con las botas puestas, aun cuando en esta historia los que pierden la vida sean los otros

No deja de producir indignació­n el aterrador silencio de un sector de la izquierda ante la catástrofe venezolana. Mientras el torbellino social acelera su desgracia, el silencio se hace más insoportab­le.

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