JAVIER VALDEZ: IMPUNIDAD ASESINA
(...) Fue más bien la realidad de su estado la que se deslizó por una pendiente de descomposición generalizada y por la pérdida de control de las autoridades constituidas. Y Javier hablaba de la realidad.
Fue ese proceso de desintegración lo que retrató en sus crónicas, en sus despachos y en sus libros, a sa- biendas de que tal fenómeno era una amenaza de muerte para cualquier ciudadano, pero especialmente para los informadores. (...)
Matar a un periodista, a una mujer, a un defensor de derechos humanos, a un ciudadano cualquiera, se ha vuelto una actividad de muy bajo riesgo porque, según toda evi- dencia, en las instancias de gobierno estatales y federales la determinación de hacer justicia es meramente declarativa.
El hecho es que la responsabilidad última de las muertes de Javier, de Miroslava y de todos los informadores caídos en el país, cuyo número creció de manera exponencial desde que Felipe Calderón declaró una «guerra» irresponsable y contraproducente contra la delincuencia organizada, recae en los gobernantes que no han sido capaces de garantizar el derecho a la vida de los ciudadanos, que han actuado con indolencia, en el mejor de los casos, ante el agudo deterioro de la seguridad (...) * Texto completo en jornada.unam.mx ■