El Colombiano

LAS PALABRAS SON UN SUEÑO

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

La palabra hipnotiza. Juntar las sílabas con calma, acentuar la lengua donde debe ser, ajustar la cadencia, sentir cómo se arma una idea, una imagen o una ilusión hace parte de la vida, es decir, de la lectura. Casi todos los libros están hechos para leerse en silencio, pero algunos muy especialme­nte, además de conectar los ojos y el alma, te susurran: ¡ Habla! Y entonces uno empieza a repetir las palabras, no solo en la mente sino en el universo, como si así fuera posible que eso tan lindo que lee uno, también lo escucha alguien que espera un pedazo de viento debajo de un árbol, una brisa que trae palabras desorganiz­adas.

A mí me pasó eso hace mucho cuando leí un poemita de que dice: “Hace tiempo que tengo una gran duda: Hay una vaca que jamás saluda. Le hablo y no contesta. Pues bien, la duda es esta: ¿Será maleducada o será muda?” Me gustó tanto que lo memoricé mientras lo leía, fue la única vez que me pasó algo así. Ahora este poema lo llevo en el bolsillo de mi boca y cada que puedo lo pronuncio cuando alguien me dice: ¡Tengo una duda! Y entonces yo arranco a recitar ese poema que no puedo guardar en silencio.

Algo muy parecido me pasó esta semana cuando leí “No necesito sombrero”, un libro escrito por ilustrado por y editado por Tragaluz. Abrí la primera página y casualment­e me topé con una pregunta grande. “Tengo una pregunta/ no es solo mía/ es de to- dos/ es una pregunta nuestra/ y es grande…” El libro se me acabó al instante, como si estuviera desenvolvi­endo una madeja de lana. No necesito cerrar los ojos para recordar las imágenes, las escritas y las ilustradas. Aquí unas palabras que me hicieron ver: “Por el ojo izquierdo/ solo veo señoras/ por el ojo derecho/ solo veo bigotes/ cuando cierro los dos/ veo un barco/ los cierro/ es un transatlán­tico rojo/ enorme, casi no me cabe…” Aquí una imagen que quedó escri- ta en mi memoria: Una mujer sentada en una silla con un vestido que parece un jardín y una cabeza de ramas. En el regazo de ella, un gatito lee un libro. Quiero pensar que el pájaro que está en el columpio escucha al gato ronronear el mismo poema que yo leo: “Nací sin xxxsombrer­o/ en unaxxxx calle de junio/ de xxxxniña/ mentí dosvecesxx­x/ a un pez/ a mi xxxxadre…”

Los poemas de Grassa Toro son una aventura, un juego, un pozo de ilusiones, un camino que nos lleva al encuentro de los sueños donde debajo de una cama duerme una ola que es sorda y ciega. ¡Qué libro tan bello!, lástima que se acabe como los suspiros del amor

Los poemas de Grassa Toro son una aventura, un juego, un pozo de ilusiones.

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