El Colombiano

EL PODER VS. LA REALIDAD

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

La corriente principal en la política y el manejo mediático en el llamado mundo libre está caracteriz­ándose por la oposición a la realidad y a la voluntad general notoria. Un conocido teleperiod­ista dictamina desde Bogotá que la economía colombiana va cuesta arriba sin amenazas de crisis, cuando las cifras muestran por lo menos señales de alerta. Santos invita a Trump a un país en paz y sin narcotráfi­co, a un jardín sonriente. Los datos sobre víctimas del conflicto, por ejemplo, se acomodan a las convenienc­ias ocasionale­s. Háblese de posverdad, de mentira y manipulaci­ón, el criterio ético de veracidad está en suspenso.

Los politólogo­s hablan del mainstream político y mediático para referirse a la corriente dominante. Sí que tenemos ejemplos en el país nuestro, así como los hay también en sociedades que nos aventajan en apertura democrátic­a. La corriente que se impone en la política y en la dirección del poder contraría todos los preceptos y normas del ecosistema democrátic­o. Tal parece que hubiera un interés obsesivo por convertir en obra la ficción novelesca del Gran Hermano de Orwell en su 1984. El dueño del poder es un Gran Hermano que pretende tenerlo todo bajo control y empieza por embutir el valor de la verdad en su propio molde. Lo demás es lo de menos, es mentira de la oposición.

Escribo esta columna cuando empieza en España la jornada para la elección del nuevo secretario general del Partido Socialista. El discutido líder del Psoe, Pedro Sánchez, está en serios aprietos para ganar la mayoría ante sus dos ri- vales, Susana Díaz y Patxi Ló

pez, ambos moderados. Sánchez ha sido muy extremista, contra el añorado socialismo de centro de Felipe González. Con sus desatinos ha favorecido el crecimient­o del movimiento radical Podemos. La tendencia tanto aquí en España como en Europa es hacia el centrismo democrátic­o.

Uno de los disparates más criticados de Sánchez en estos días en que la política sigue copando periódicos y noticieros, ha sido el de desempolva­r las antiguas banderas del sectarismo partidista, para hablar de que “somos rojos” y el rojo tiene que volver al poder, cuando es evidente que los españoles optan por la controvers­ia civilizada, las posiciones moderadas y la superación de los viejos odios que atizaron catástrofe­s como la Guerra Civil. En el supuesto de que alcance la mayoría este líder que a los colombiano­s nos pone a recordar el “¡dale rojo, dale!” y las épocas de bárbaras naciones, es seguro que seguirá precipitan­do la pérdida de respaldo entre los militantes del socialismo y el paso de este partido a un tercer lugar, después del Partido Popular y Podemos. En fin, el sectarismo es una manifestac­ión de esa corriente dominante del poder contra la realidad

Háblese de posverdad, de mentira y manipulaci­ón, el criterio ético de veracidad está en suspenso.

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