ATAQUES INFORMÁTICOS Y GUERRA DIGITAL
Mientras el Santísimo Patriarca Kirill (Cirilio), actual cabeza de la Iglesia ortodoxa de Moscú y toda Rusia, se dedica a bendecir los ordenadores de los ministerios de la Federación Rusa (exUnión Soviética), pidiendo al Señor que proteja a los suyos contra los engorrosos ataques informáticos, las estructuras de ciberdefensa de los países de Europa oriental, exsocios de Moscú en el extinto Pacto de Varsovia, tratan de elaborar, con ayuda de los “dioses” transatlánticos, estrategias de defensa contra la guerra digital iniciada recientemente por el Kremlin.
La guerra digital o ciberguerra es la variante moderna de lo que antes llamábamos propaganda, intoxicación, desinformación, manipulación de la opinión pública. Los antepasados de los actuales cerebros de la ciberguerra recurrían a la di- fusión de falsas noticias a través de la prensa escrita, la rumorología, las campañas diseñadas para generar olas de pánico. Durante la Primera Guerra Mundial, alemanes y franceses, otrora enemigos, competían en la fabricación de peligrosas medias verdades, destinadas a engañar a los estrategas y desconcertar a los políticos. A las personas encargadas de la difusión de estas noticias se les llamaba lisa y llanamente espías.
Hoy en día, cuando se habla de espionaje se alude, forzosamente, a campañas cibernéticas destinadas a desestabilizar la vida política de los Estados.
Para los países de Europa oriental, la palabra espionaje es sinónimo de Rusia. La amenaza –ficticia o real– se perfila en los países bálticos, Polonia, Ucrania o Rumanía. Según los servicios de inteligencia de esos Estados, adiestrados por la CIA estadounidense, el espionaje ruso ha intensificado sus actuaciones en los últimos meses.
Las autoridades de Estonia y Lituania confirmaron la detención de agentes de la Agencia de Información Militar rusa (GRU) y del Servicio Federal de Seguridad (GRU), sucesor del KGB, aparentemente interesados en recabar datos relativos a las aún embrionarias estructuras de defensa de dichos países.
Rusia constituye, indudablemente, la mayor fuente de preocupación, aunque no la única. La disputa por la soberanía de Transilvania, que opone a rumanos y húngaros desde hace más de un siglo, se ha recrudecido tras la llegada al poder del conservador Viktor Orban, partidario de la “gran Hungría”, es decir, de la “reconquista” del suelo transilvano.
Recientemente, la Academia de Ciencias de Rumania anunció de creación de un Centro de Evaluación de los Peligros informáticos, destinado a supervisar la actuación poco amistosa de sus vecinos en… las redes sociales. ¿Una herramienta para el inicio de una ciberofensiva? “No”, aseguran los diplomáticos rumanos, “aún no estamos preparados para ello…”
Rusia constituye, indudablemente, la mayor fuente de preocupación, aunque no la única.