¡SERVIR ES… AMAR!
La capacidad de servir a los demás no es algo que surge en forma espontánea en los niños. Sin embargo, es una virtud que podemos inculcar en ellos con nuestro ejemplo. En efecto, cuando nosotros tratamos a los demás con amabilidad, los niños aprenden a ser gentiles con los demás; cuando los acogemos afectuosa- mente, ellos aprenden a amarnos y amar al prójimo; y cuando los atendemos con verdadero interés, ellos se sienten importantes y valiosos.
Lo cierto del caso es que ser padres es una misión interminable y también muy enriquecedora. Nosotros somos las que cuidamos, guiamos, protegemos y disciplinamos a los niños, a la vez que los que estamos al frente del hogar y alimentamos la colaboración, la solidaridad y la unión entre todos los miembros de nuestra familia.
Como padres, la crianza de los hijos es quizás la responsabilidad más grande y más exigente que tenemos en la vida, a la vez que la función más grandiosa con que hemos sido bendecidos.
Desde el momento en que quedamos embarazados, es nuestro deber prepararnos para ofrecerles a los hijos un hogar estable y amable, en el que se respire armonía y se cultive el amor.
No hay duda que, la crianza pone a prueba nuestra paciencia. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos y las exigencias que nos demanda el cuida- do de los niños, la maternidad es la función más exigente pero a la vez la experiencia más maravillosa de nuestra vida.
La responsabilidad que tenemos con nuestra familia nos obliga a sacrificar algunas prerrogativas para darle prioridad a satisfacer las necesidades de nuestros seres más queridos. Es por eso que debemos dedicarnos a lograr que nuestros hijos tengan la formación y el buen corazón que precisan para servir al prójimo y, por ende, llevar una vida profundamente provechosa y satisfactoria
Debemos dedicarnos a lograr que nuestros hijos tengan la formación y el buen corazón que precisan para servir al prójimo y, por ende, llevar una vida profundamente provechosa y satisfactoria.