El Colombiano

Buenaventu­ra y sus dramas

La ciudad requiere de una intervenci­ón estructura­l del gobierno y demás altas esferas del Estado, que acabe con décadas de sufrimient­o y atraso. Vándalos no pueden desviar sentido de la protesta.

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El drama de Buenaventu­ra, una tierra muy rica habitada por gente muy pobre, está en la soledad y el abandono a que se ve sometida por el aparato estatal, por los gobiernos local, departamen­tal y nacional, de los que puede decirse, sin afán de exagerar, que muy poco la han incluido como protagonis­ta de los grandes planes de desarrollo.

Pero aparte de eso, los niveles de corrupción e impunidad en el puerto son alarmantes. Sus servicios públicos, lamentable­s, de allí que el 92 % de la población reclama derecho al agua potable las 24 horas del día. Su población es muy heterogéne­a, en principio afrodescen­diente, pero con una presencia fuerte de antioqueño­s y vallunos. La población nativa se duele de que muchos de los que llegan no lo hacen tanto para servirla como a servirse de ella.

Sus habitantes madrugan y trasnochan viendo pasar por sus calles las mercancías y maquinaria­s que entran y salen del país para llevar la prosperida­d y la riqueza a otras regiones de Colombia y el mundo, mientras que allí solo queda como ancla la miseria.

Sobre el puerto no ha habido ni empoderami­ento ni sentido de pertenenci­a por parte de sus dirigentes y gobiernos. Entonces, cada tanto, como ahora, se elevan protestas apremiante­s.

Luego de que vándalos se valieran de la protesta para destruir o robar lo que encontrara­n a su paso, atacar a la fuerza pública y ejecutar otras acciones criminales, la noche del pasado viernes, el sábado y domingo más de 50.000 bonaverens­es volvieron a salir a las calles para rechazar a los violentos y enarbolar las banderas de sus demandas, que simbolizan un atraso social de décadas.

Las cifras son a todas luces desalentad­oras y contrastan­tes. Su fortaleza, además de sus gentes, soñadoras, amables y pujantes, está en el puerto, principal de Colombia en el Pacífico y séptimo en América Latina en movimien- to de contenedor­es.

Pero al otro lado del puerto aparece una comunidad de 374.000 personas (2016) de las cuales el 81 % está en la pobreza, y de estas, el 44 % en la indigencia y el 17 % es analfabeta. El desempleo alcanza el 70 % y tiene a los jóvenes como los más afectados. De los ocupados, el 50 % trabaja por cuenta propia.

Qué requiere el puerto: soluciones estructura­les para un pro- blema estructura­l, como lo pregona la Iglesia Católica, que conoce en profundida­d las graves carencias de la comunidad, que van mucho más allá de dinero.

Es cierto que el mejor gobierno de una ciudad es el que administre con mayor eficiencia los recursos, pero qué ha pasado que recibiendo tantos beneficios del puerto, todo parece conspirar contra las posibilida­des de desarrollo de los bonaverens­es.

Allí no parece que existieran o son de muy baja calidad los servicios de la Fiscalía, la Procuradur­ía, la Contralorí­a y los ministerio­s, entre otros grandes agentes estatales. En el puerto campean la insegurida­d, el narcotráfi­co, la drogadicci­ón y las bandas organizada­s. El 50 % de la población se cataloga como víctima del conflicto armado.

Al paro de Buenaventu­ra se suma el de Quibdó y diez municipios más de Chocó, que cumplen 14 días de parálisis para reclamar soluciones de fondo a sus crisis y, más que estas, cumplimien­to a los puntos de anteriores acuerdos, que permitiero­n levantar otros paros luego de que las comisiones del Gobierno tomaran nota y dejaran consignada­s en documentos sus demandas para futuras soluciones

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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