NO DESHOJEMOS LA IDIOSINCRASIA CULTURAL
Desde que nos cobijen con la industria y el comercio, el arte y la cultura solo serán parte de un negocio.
La idiosincrasia del paisa debería ir más allá del chicharrón y los frijoles, de la feria de las flores, el poncho y las alpargatas; debería incluir en su bandeja la restauración de aquello que une y alimenta desde las sociedades más progresistas hasta las más subdesarrolladas.
El afán de modernización transmutó aquello que en algún momento de la historia lo planteamos como nuestra identidad, e hizo que deshojáramos todo lo digno de atención del hombre.
Y con digno de atención del hombre me refiero a lo que fue y ya no es más, y para eso, hay que ponerse las gafas del recuerdo, esas que se ven a blanco y negro, donde lo contemporáneo conoce su pasado y se apropia de él.
Solo basta con poner de ejemplo el eje central de la cultura de una ciudad, el centro. El centro de Medellín, en donde antes se congregaban miles de teatros que hoy no son más que lugares banales donde se propicia, generalmente, la pornografía. Librerías donde las tertulias y la imaginación florecían, hoy son sustituidas por tiendas deportivas y a las que la piratería del sector acabó matando.
El Teatro Ópera, el Sinfonía, La Librería Nueva, El Circo España, todos ellos lugares de los que el ciudadano actual ya no puede regocijarse, y de los que quizá nunca tuvo conocimiento.
Definitivamente, desde que nos cobijen con la indus- tria y el comercio, el arte y la cultura solo serán parte de un negocio, aun sin tener en cuenta que las civilizaciones más avanzadas son aquellas que duermen y respiran música, poesía y palabras trascendentales que dan a mostrar lo que pasa, la realidad, la infinita abstracción del humano por desechar lo que nos trajo a donde estamos.
No despojemos más la cultura de la eterna primavera, regalémosle un ramo de flores y atraigamos aquello que nos da características para poder llamarnos ciudad, porque de algo estoy segura, Medellín cumple con ese calificativo, pero de su reminiscencia cultural no podemos gozar y todo se debe al limitado sentido de pertenencia del medellinense y al poco trasfondo que le da a su historia, cayendo en el basto vacío del olvido y la indiferencia