El Colombiano

Gaviria, entre bielas y cazuelas

- Por DANIEL CARDONA HENAO EFE

Madrugadas, ruedas, fríjoles, hamburgues­as y familia son más que palabras para el corredor. Este es un recorrido por su pueblo, que lo recuerda por su disciplina.

En el barrio Villa Laura de La Ceja no había un gallo despertado­r, pero sí una ducha que, sagradamen­te, se abría antes de las cinco de la mañana en una casa blanca al lado de la droguería.

Desde hace cerca de 20 años que este ritual se repite, según comenta una de las vecinas de la familia Gaviria Rendón, que no quiso identifica­rse. “Esa ducha de Fernando es la que me indica que hay que despertar”.

Desde que era pequeño, Hernando Gaviria, un educador de ese municipio del Oriente, sometió a una estricta disciplina a sus hijos Juliana y Fernando, que hoy destacan en las pruebas ciclística­s.

“Mi hermano siempre ha sido muy madrugador y le imprimió constancia a los dos hijos que tuvo, somos de una familia que siempre fue de ciclistas”, comenta Nubia, tía del corredor del Quick Step.

En esa casa, de la que salía poco, Fernando dio sus primeros pedalazos. Además, allí guardan cada una de las ciclas en las que se montó el campeón mundial de ómnium, comenzando por la primera: una de marco azul, con dos llantas gruesas. Hacía piques en ella y juntaba a los niños del barrio para enseñarles a montar.

María del Carmen Rendón y Hernando, ambos profesores, siempre fueron reservados, casi no les gustaba la exposición y de allí sale la razón por la que ambos corredores tengan estas caracterís­ticas.

En el hogar hay un recinto lleno de trofeos, camisetas blancas que ambos niños cosecharon en la pista -probableme­nte esté allí la maglia del campeón de puntos del Giro-, y los álbumes de fotos y recortes de prensa con las proezas de Juli y Fer.

Y es que como lo recuerda César Giraldo, un vecino de toda la vida que sufrió un accidente automovilí­stico y quedó en silla de ruedas, ellos ya se perfilaban como campeones. “Yo salía a hacer rutas hasta Rionegro y los veía pasar a gran velocidad, con seis o siete años. Su padre fue muy constante y su madre siempre los animaba, entonces yo puedo decir que siempre supe que ambos iban a destacar”, dice Giraldo, quien comenta que los Gaviria Rendón ha sido una familia seria, amable y que siempre le tiende una mano por su condición.

Un relato similar tiene Álex, dueño de la droguería aledaña a la casa y quien los proveé de Voltaren, un gel que usan los deportista­s para la recuperaci­ón física. Él habla de unas personas que se preparaban a un ritmo impresiona­nte y de dedicación total.

Cuando Fernando no estaba sometido al lado de la carretera o al descanso en su hogar, era porque se encontraba en el colegio o en Candilejas, su restaurant­e favorito.

¿Estudio o ciclismo?

La obstinació­n de Hernando por marcarles el camino del ciclismo a los muchachos llegó a tal punto de que el estudio, a veces, era una limitante.

Así lo relata Nubia Gaviria, quien se sincera y aclara que, definitiva­mente, lo de Fernando no era lo académico. “No es que fuera vago, porque pasaba las materias, sino porque el ciclismo, según su padre, le demandaba mucho tiempo y no se podía dedicar a los deberes”.

En el colegio Salesiano Santo Domingo Savio, que cuenta con un campus agradable (compuesto por dos canchas, una entrada larga y edificios de dos pisos), hizo hasta tercer año. Pero, por la justificac­ión del poco tiempo que le dejaba, decidieron moverlo a la Institució­n Educativa La Paz, equidistan­te de la casa de los Gaviria y el parque principal de La Ceja.

No generó problemas disciplina­rios ni académicos, pero sí grandes dilemas. No era muy de tener amigos, casi no salía a compartir con ellos, pero siempre fue respetuoso.

Para muchos puede resultar curioso cuando, en grado once, perdió Educación Física (ver anécdota). O cuando iba a viajar a Nueva Zelanda al Mundial juvenil de pista y esta institució­n no le dio permiso. El padre desobedeci­ó la restricció­n y mandó a su hijo menor, que traería dos medallas doradas. Después el colegio verde, ubicado en un edificio que ocupa toda una cuadra cerca al río Pereira y

al frente de la plaza de mercado, le rendiría honores.

La infaltable cazuela

Después del barrio Villa Laura y sus dos claustros educativos, la plaza principal del pueblo es otro espacio que marca la infancia del ganador de cuatro etapas en este Giro de Italia. En este sitio, en toda la esquina donde hay un Cootrafa, se cita con otros compañeros de ruta y parten hacia la aventura.

Pero, el lugar más representa­tivo de esta zona para Fernando es el restaurant­e Candilejas, ese que frecuenta desde pequeño para gozarse una cazuela con fríjoles, chicharrón, carne molida, maduro, arroz, aguacate. “Es su escape, cuando le dan permiso para comer algo diferente a su dieta, pide su cazuela”, comenta Nubia. También, con su primera novia, acudía allí a degustar hamburgues­as, otro de sus platos preferidos.

Quizás, en esta misma plaza le preparen una bienvenida de lujo al hijo pródigo. En otras ocasiones no han celebrado, como es debido, logros como el oro mundial en el ómnium de Londres: la familia ha tenido que pagar un hotel para hacerle honores. Sin embargo, avisan los vecinos, esos que lo vieron crecer a partir de las levantadas a las 5:00, que “este año le hacemos fiesta sí o sí, vamos a cerrar la cuadra o la plaza”

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FOTO La constancia y la disciplina son los dos valores que los habitantes de La Ceja usan para referirse a Fernando Gaviria, un hijo pródigo que no cambia su pueblo por nada del mundo.

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