EDITORIAL
El presidente Santos y el ministro de Defensa atribuyen a la prensa y al periodismo de opinión responsabilidades por el clima de pesimismo nacional. No tienen claro el papel de cada cual.
“El presidente Santos y el ministro de Defensa atribuyen a la prensa y al periodismo de opinión responsabilidades por el clima de pesimismo nacional. No tienen claro el papel de cada cual”.
Las encuestas más recientes ratifican que hay un sentimiento generalizado de pesimismo en el país. El Gallup Poll divulgado el pasado domingo por varios medios lo cifra en un 74 por ciento, indicador que alarmaría a cualquier Gobierno, y que en Colombia lleva meses así.
El crecimiento económico es malo, la cifras empresariales dejan mucho qué desear. Hay paros cívicos y movilizaciones en Buenaventura y Quibdó. Paro de maestros, al cual han adherido otros sectores, como una parte del sindicato judicial.
Ante esto, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, y el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, con palabras y tonos distintos pero con un mensaje igual, han optado por trasladar responsabilidades a los medios de comunicación, analistas y comentaristas de opinión.
El ministro de Defensa, en tono tan destemplado como desenfocado, se quejó de que los medios quieren presentar “un país inmerso en un caos generalizado”. Asegura que los indicadores de seguridad están mejor que en cualquier época reciente. Y lo hizo en la misma rueda de prensa en la que, supuestamente, iba a hablar del “plan pistola” de los clanes de narcos y redes criminales contra los agentes de la Policía Nacional. “Alguna noti- cia buena podría publicar de vez en cuando”, dijo el responsable político de las Fuerzas Armadas, tal vez impotente ante los asesinatos casi diarios contra policías y los ataques incesantes del Eln y bacrim.
El presidente Santos también ha reiterado sus quejas por lo que considera un periodismo que fomenta el pesimismo. En mayo del año pasado, en un acto del diario económico La República, sugería a los empresarios atender un consejo del rector de la Universidad de Los Andes para mantener un espíritu optimista: “no oigan noticias; lean estadísticas”.
En febrero de este año, en la ceremonia de entrega de los premios de periodismo del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), dijo que no quería dar lecciones de periodismo, pero a renglón seguido dijo que Colombia re- quiere “un periodismo serio, argumentado, riguroso, responsable y, ¡ojo!, constructivo”. Nadie objetaría esos valores. El problema surge cuando se hace evidente que para el Gobierno, este y todos, “periodismo constructivo” es solo aquel que reproduce acríticamente eslóganes oficiales y cifras de entidades públicas sin mayor contexto.
También se quejó el presidente en un artículo publicado en El Tiempo el pasado 12 de abril, en homenaje a su padre, el periodista Enrique Santos Castillo: “(él) advertiría a uno que otro columnista que se han vuelto soberbios, monotemáticos y predecibles, y que esa es la receta más efectiva para seguir perdiendo lectores”. Se puede traducir este párrafo como un rechazo al periodismo crítico, el de opinión, que no va por el cauce pretendido por el gobernante.
Y esta semana atribuyó el mal desempeño económico al pesimismo que, en su concepto, ayuda a propagar el periodismo que se concentra “siempre en lo malo”.
No será la primera ni la última vez que un Gobierno se queja del papel de la prensa. Lo paradójico es que la oposición considera que la prensa es oficialista y no informa lo que realmente pasa en el país. Ante estos ataques de todos lados cabe retomar lo que dijo el filósofo Fernando Savater hace pocas semanas: “La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos. La verdad coacciona y por eso choca con el poder. La misión del informador es rescatar el respeto a la verdad, sea esta interpretada de una u otra forma. En un mundo en el que todos mienten, quien dice la verdad es un liberador”