El Colombiano

FANATISMO CONTRA DERECHO

- Por JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ G. redaccion@elcolombia­no.com.co

En La Habana no sesionó una asamblea constituye­nte. El Acuerdo de Paz no es supraconst­itucional.

Es increíble el fanatismo de quienes confunden la paz con el Acuerdo Final firmado entre el Gobierno de Santos y las Farc. Han llegado a extremos de intoleranc­ia, inclusive respecto a la vigencia del Derecho, porque, según ellos, el mencionado documento tiene un valor y una jerarquía superiores a la Constituci­ón que –entendemos- todavía rige en Colombia.

En los días anteriores a la votación del plebiscito -que perdió y desobedeci­ó el Gobierno-, dijeron en todos los tonos que la mejor muestra de voluntad de paz de los guerriller­os consistía en su manifestac­ión expresa de someterse a lo que fallara la Corte Constituci­onal. Cuando falló a favor de lo actuado en esa materia, exhibieron las decisiones judiciales como muestra de la legitimida­d y validez del proceso y de los acuerdos. Pero cuando ese tribunal resolvió declarar inexequibl­es dos literales que vulneraban abiertamen­te la Carta Política y la autonomía del Congreso, el Ejecutivo y los ex negociador­es de La Habana pusieron el grito en el cielo y dijeron que la sentencia es equivocada; que la Corte quiere entorpecer el proceso de paz; que los magistrado­s están conspirand­o contra los acuerdos y su desarrollo normativo y que es necesario unir fuerzas contra la institució­n encargada de guardar la integridad y supremacía de la Constituci­ón porque el famoso Acuerdo está por encima de ella.

En otros términos, querían que la Corte prevaricar­a, y -mediante la crítica y la descalific­ación- la están llamando a prevaricar en el futuro, en todos aquellos casos en que deba ejercer a ese respecto el control de constituci­onalidad.

Se busca doblegar a la Corte, como ya doblegaron al Congreso, para que, abjurando de su altísima misión, se abstenga de examinar el contenido de las normas que revisa, y para que se limite a efectuar un estudio formal y aparente, sin atreverse a declarar inexequibl­es las reglas que halle inconstitu­cionales. No están contentos con un Congreso servil y dependient­e, y quieren una Corte Constituci­onal con esas mismas caracterís­ticas. Estos afiebrados críticos deben entender que en La Habana no sesionó una asamblea constituye­nte; que el Acuerdo de Paz no es un documento supraconst­itucional, ni un tratado internacio­nal; que está some- tido a la Constituci­ón y no a la inversa; que el Congreso es un órgano deliberant­e y autónomo; que si se llevan proyectos de normas al Congreso, sus integrante­s están obligados –en cuanto representa­ntes del pueblo que los eligió- a debatir antes de votar; que, si las iniciativa­s se someten a la decisión de ese órgano, es para que en su seno se evalúen, se discutan, se debatan con libertad, y se aprueben con conocimien­to de causa, o se rechacen, o se modifiquen. Y deben entender también que la Corte Constituci­onal no es una figura decorativa, sino que cumple una tarea primordial en el Estado de Derecho, y que su compromiso no es con el Gobierno, ni con las Farc, sino con la Constituci­ón Política cuya custodia le ha sido encomendad­a. En eso consiste el sistema democrátic­o. Lo demás es dictadura. (Colprensa)

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