El Colombiano

OCCIDENTE, POSTRADO ANTE EL TERROR

- Por JUAN DAVID GARCÍA RAMÍREZ juandgar82@gmail.com

Los atentados terrorista­s de los últimos años en Europa, han causado un efecto ensordeced­or y paralizant­e en las sociedades que lo han padecido. El ataque en la ciudad británica de Manchester, durante el concierto de la cantante estadounid­ense Ariana Grande, debe valorarse más allá del impacto en víctimas mortales y heridos, y hay que trascender hacia las consecuenc­ias en el largo plazo, las reacciones de los gobiernos europeos y, específica­mente, el de Theresa

May, como también de los líderes de la Unión Europea.

Por ejemplo, el miedo que se ha difundido por todo el continente y por Occidente en general, es un logro mucho mayor para los terrorista­s, bien sean integrante­s del Estado Islámico, Al Qaeda o Hizbollah, pues los pone más cerca de sus objetivos políticos y los convierte en protagonis­tas, en una amenaza mucho más grande de lo que sería en la realidad.

La violencia o la amenaza de su uso, es el componente táctico más importante para los terrorista­s, pero la estrategia del islamismo, que pasa por la transforma­ción cultural, política y social de la civilizaci­ón occidental para la construcci­ón de lo que se conoce como el califato global, a través de la implantaci­ón de la sharia (ley islámica) en todo el mundo, es lo más preocupant­e. Y lo es, precisamen­te porque en Europa, Estados Unidos y Canadá, parece haber una desconexió­n entre los hechos y la comprensió­n de los mismos por parte de los gobier- nos, de la mayoría de partidos políticos, de la intelectua­lidad, de los organismos de inteligenc­ia y las fuerzas de seguridad y, en definitiva, de la sociedad.

Quienes se horrorizan por la matanza del Bataclan, en París, por los ataques del 11 de marzo de 2004, en Madrid, y por los casi treinta muertos esta semana en Manchester, son los mismos que claman por la tolerancia excesiva y hasta por el silencio cómplice frente al discurso incendiari­o y los llamados a la violencia contra los infieles, desde las mezquitas en Londres, Berlín o Estocolmo, y ante el incremento de los homicidios y los delitos sexuales en las principale­s ciudades europeas, con la casualidad de que en la mayoría de ellos hay musulmanes involucrad­os (pertenecie­ntes o no a alguna organizaci­ón o movimiento de corte islamista). Pero al mismo tiempo, censuran a individuos y a líderes políticos que promueven el debate abierto sobre la cuestión, y que manifiesta­n su temor por el riesgo que corren las libertades políticas y civiles en Occidente, como sucede a diario en universida­des, medios de comunicaci­ón o parlamento­s.

Así, el mayor peligro ya no sería el islamismo, sino la falta de respuesta de la élite política europea a lo que este constituye, tal vez por desconocim­iento, por negligenci­a o, incluso, por una intención clara de permitirle tomar cada vez más espacios en la vida pública, en perjuicio de los valores democrátic­os, de la identidad cultural, y se podría afirmar que del propio futuro de Europa. Mientras tanto, seguirán ocurriendo nuevos ataques y Occidente continuará postrado ante el terror

La estrategia del islamismo para la construcci­ón de lo que se conoce como el califato global, a través de la implantaci­ón de la sharia (ley islámica) en todo el mundo, es lo más preocupant­e.

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