El Colombiano

La historia oscura de los arcos dorados

- SAMUEL CASTRO

¿Cuál será nuestro problema con los títulos de las películas a la hora de traducirlo­s? ¿Por qué ese afán de convertir todo aquello que es misterioso e insinuante, en una frase obvia que acaba con la intriga? Si Hitchcock reestrenar­a

Los pájaros, aquí en Colombia le pondrían El ataque de

las aves asesinas. Lo digo porque en vez de dejarle a la película biográfica sobre Ray

Kroc, el vendedor que convirtió a McDonalds en un emporio global, el original y capcioso El fundador, ( The founder, en inglés), tenemos que ponerle ese Hambre de poder que de una vez lo juzga antes incluso de la primera escena. Puede que El fundador sea un nombre menos sonoro, pero al menos es un título que cree en el sentido de la ironía de su público, quien entendería al pasar el primer tercio de la cinta, que en ese apelativo, el de fundador que se dio a sí mismo Kroc sin serlo, está encerrada la ambigüedad del personaje principal, magníficam­ente compuesto por Michael

Keaton, en una interpreta­ción que logra hacernos quererlo y detestarlo casi con la misma intensidad, pues percibimos su ambición incesante y violenta al tiempo que sentimos esa voluntad férrea, inquebrant­able, que hizo de él lo que fue. “Sé lo que está pensando”. Con esa frase de su discurso de vendedor nos presenta esta película a Kroc en un momento complejo de su vida, en el que su esposa piensa que debería contentars­e ya con la linda casa y la comodidad familiar que ha conseguido gracias a oficios que incluyen la venta de vasos de papel y de batidoras. Pero cuando Kroc contempla el restaurant­e de los hermanos McDonalds en San Bernardino y entiende, porque ellos se lo cuentan en una de las mejores secuencias de la cinta, las ventajas del modelo de comida rápida que han inventado, sus ojos brillan ante el sueño de que los arcos dorados, también idea de los hermanos para que el restaurant­e se destacara a lo lejos, lleguen a cada pueblo de Estados Unidos. “Si veo que mi competidor se está ahogando soy el que va y le mete una manguera en la boca”. Esa frase, pronunciad­a por él casi al final, describe mejor que cualquier otra lo que vemos en Hambredepo­der. A un hombre que no se detendrá ante nada para conseguir lo que quiere, ya sea una mujer (aunque esta historia secundaria tenía más potencial) o una fortuna; y la combinació­n de encanto, inteligenc­ia y falta de escrúpulos que a lo mejor sea necesaria para lograrlo. A pesar de su gentileza con el personaje (uno intuye que había más pecados éticos), es destacable que la película no niegue en ningún momento sus defectos. La música de Carter

Burwell, el otro gran aspecto de la película, en algún momento usa una melodía que recuerda demasiado a la del Bolero de Ravel, tal vez como una insinuació­n de que estamos ante la vida de un copietas: un tipo que nunca tuvo una idea original, pero que supo usar las de otros como peldaños de su propia escalera. ¿Qué no merecía lo que obtuvo? Yo creo que sí. ¿Que es un ejemplo para muchos empresario­s? Ojalá que no.

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FOTO IMAGEN PELÍCULA

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