A Labores, la tranquilidad se demoró, pero llegó
Esa población fue una de las sedes de la desmovilización del Epl, ahora sus pobladores viven sin violencia.
No muy lejano a la realidad que se tiene con las zonas veredales transitorias de normalización de las Farc, en 1991, para el proceso de desmovilización del grupo guerrillero Ejército Popular de Liberación, Epl, el Gobierno y esa organización ilegal acordaron seis puntos de concentración en los que se preparó lo necesario para la entrega de armas, como finalmente ocurrió.
En esos puntos de ubicación se reunieron 2.200 insurgentes y estuvieron por siete meses en zonas rurales de Antioquia (Urabá y Norte), Córdoba, Putumayo, Risaralda, Norte de Santander y Bolívar.
Ninguna de esas áreas, aunque sí algunos departamentos como Antioquia, Córdoba, Norte de Santander y Putumayo, fue elegida actualmente para ser parte de las 26 Zonas Veredales Transitorias de Normalización de las Farc, en las que actualmente se concentran 7.200 rebeldes y que según el Acuerdo Final entre el Gobierno y esa guerrilla, deberían funcionar por 180 días.
EL COLOMBIANO visitó una de las zonas en el Norte de Antioquia que hace más de dos décadas albergó a los guerrilleros del Epl. Allí, sus habitantes contaron sus experiencias de ese entonces y hablaron de su presente. La mayoría coinciden que no fue fácil la convivencia con los insurgentes, albergarlos en sus propias casas y comer con ellos en la misma mesa, pero que el paso del tiempo se convirtió en el mejor aliado para sobreponerse a todas las adversidades.
El corregimiento de Labores
Aunque pertenece al municipio de Belmira, la mejor manera de llegar a esta población desde Medellín es por Entrerríos. Luego de desviarse de la vía principal, que hace parte de la famosa Ruta Lechera, hay que movilizarse 20 kilómetros por una carretera, que aunque no está pavimentada, su buen estado permite que hasta un automóvil pueda transitarla sin inconvenientes. La producción de leche es la principal economía en esa región del Norte de Antioquia, por eso durante el trayecto los extensos potreros sembrados con pasto delgado y largo de color verde oscuro, ofrecen el paisaje en este trayecto.
Después de unos 45 minutos de ruta se llega al casco urbano del corregimiento, el cual cuenta con una vía principal de 300 metros y en el que se aglomeran varias casas hechas en tapia, un colegio, una subestación de policía recién construida, una cancha de fútbol abandonada y una iglesia.
Precisamente este templo y la cancha deportiva son los lugares más representativos desde hace 26 años. Esto debido a que unos 350 integrantes del Epl se concentraron allí para completar su desmovilización y entrega de armas. En la cancha vivieron muchos de ellos y ahí dejaron sus armas y en la iglesia quedó un monumento hecho por ese grupo guerrillero.
Los recuerdos
Al terminar el pavimento de la vía principal de Labores, justo donde está la subestación de policía y muy cerca de la cancha de fútbol, se encuentra la casa de Pedro Adán Vergara Aristizabal, de 75 años. Sus pies hinchados y negros, por la tierra que los cubre al igual que sus manos talladas dan a entender que él todavía trabaja en un pequeño cultivo de maíz de su propiedad, ubicado al lado de su vivienda. “Nacido y criado acá, todavía dando lidia”, dice mientras remueve maleza con un azadón.
Pedro toma un descanso de su actividad para recordar cómo era el corregimiento an-
tes de la llegada del Epl para su desmovilización y cómo fueron esos siete meses de convivencia con el Epl. “Acá todo era muy tranquilo antes, no pasaba nada malo, todos nos conocíamos. Muy de vez en cuando pasaban los guerrilleros, pero no se quedaban, eso era lo más extraordinario que ocurría”, dice.
Sin embargo, el rostro de este señor cambia a la medida que va avanzando en su relato, “muchas cosas se transfor- maron con la llegada de esos señores, ellos se ubicaron con carpas en la cancha, otros en varias casas del corregimiento. Había mucho temor y zozobra por su presencia, no era fácil verlos armados todo el tiempo y recorriendo el pueblo como si nada, así fueron los siete meses. Hay que decir que en ese tiempo no pasó nada grave, aunque no todos se desmovilizaron, hubo unos 120 guerrilleros que se devolvieron para el monte”, agrega el campesino.
Sofía Arboleda, quien también vive en el corregimiento hace más de 30 años, no se le olvida el día que llegaron los guerrilleros. “Fue horrible la sensación en la casa. Esa mañana cuando abrimos la puerta vimos todo lleno de hombres armados”, recuerda esta mujer mientras barre la entrada de su vivienda. De un momento a otro para, se apoya en la escoba. En su cara se evidencia que intenta recordar algo y señala la casa que está al frente, justo al otro lado de la estrecha calle: “mire, ahí vivieron los más importantes, creo que eran los comandantes y uno de ellos, que no recuerdo su nombre, pretendía a una de mis hijas, gracias a Dios ella no le prestó atención y el acató ese mensaje. Le digo que gracias a Dios porque después de esa desmovilización llegaron los paramilitares y mataron a muchas personas por haberse relacionado con los guerrilleros, fue una época muy dura”.
Y es que los años posteriores a la dejación de armas del Epl fueron tal vez los más difíciles para los pobladores de Labores, en eso coinciden Pedro y Sofía, quienes aseguraron que casi la mitad de las personas que vivían allí se fueron desplazadas para otras regiones, por la cantidad de crímenes cometidos por los paramilitares.
Abandono por muchos años
José Virgilio Restrepo, otro de los que conoce bien toda la historia vivida en Labores, afirma que antes, durante y mucho después de ese proceso no se vio la mano del Es-
tado en el corregimiento, dice que apenas hace menos de 10 años se empezaron a ver cambios que beneficiaron a la comunidad.
“Llegar acá era muy complicado, las vías estaban muy malas, no se notaba la mano y a uno en esa época le tocaba quedarse callado. Acá apenas hace varios años que arreglaron la iglesia, que rasparon la vía y vea, ya hay hasta una estación de policía grande y un colegio lleno de muchachos. Ya sí se puede decir que las cosas son diferentes y mejores”, dice José, quien también resalta que con la tranquilidad que hay en la zona, los finqueros están ofreciendo más trabajo, “por eso la gente ahora está bien”. El alcalde de Belmira, Jor
ge Londoño, explica que en el corregimiento, en los últimos años, se ha realizado un esfuerzo del gobierno local, “uno de los logros más grandes es que los jóvenes volvieron al colegio. Hace ocho años no había ni 60 alumnos, ahora hay unos 370 y por eso estamos pensando en agrandar las instalaciones de esa institución educativa”.
El mandatario reconoce que aún hay necesidades en la comunidad del corregimiento y sus cuatro veredas, como la renovación del acueducto, la cual está en planes para su ejecución, y la construcción de espacios deportivos. “Esperamos que en poco tiempo se firme un convenio con el Ministerio del Interior para hacer un centro de convivencia ciudadana, como también que se ultimen los detalles para inaugurar la subestación de policía, porque aunque ya está terminada y los agentes están trabajando, aún no tienen buenos elementos para su movilidad”, añade el alcalde.
Similitudes y diferencias
Aunque son procesos diferentes, lo ocurrido con el Epl en los lugares de concentración tiene varios aspectos que concuerdan y otros que difieren con las Zonas Veredales Transitorias de Normalización de las Farc.
Para Álvaro Villarraga Sar
miento, director de la Dirección de Acuerdos de Verdad del Centro de Memoria Histórica, a pesar de que fueron puntos de ubicación de los guerrilleros que tenían como fin su desmovilización y dejación de armas, aclara que en el caso del Epl, esa guerrilla se acomodó en cabeceras de corregimientos, “donde se aseguraron servicios básicos como comunicaciones, vías de
acceso y una interacción directa con la comunidad que dio buenos resultados”.
Ahora con las Farc, según el historiador, “se tuvieron que ubicar los 26 puntos y zonas veredales de normalización en zonas remotas y de difícil acceso, todo esto por cuenta de la Ley de Orden Público que evitó que pudiera ser algo similar como con el Epl, por eso es que se presentan tantos problemas logísticos en sus construcciones y funcionamiento”.
Para Villarraga una de las coincidencias que tienen ambos procesos en sus zonas de ubicación es la vigilancia, ya que en las dos se estableció que fueran monitoreadas por anillos de seguridad “y tal como funciona ahora, en 1991 hubo un espacio para una comisión de verificación conformada por Ejército, Epl y Gobierno, eso sí, hasta la dejación de las armas no hubo veeduría internacional, a diferencia de ahora que la ONU está presente en todo momento”.
Por último, Villarraga recuerda que para esa época, en los acuerdos con el Epl, se acordó que el Gobierno Nacional debía destinar 2.000 millones de pesos “para impacto y apoyo en obras comunitarias para 85 municipios del país donde esa guerrilla tuvo presencia. En efecto se hicieron diferentes obras de infraestructura y proyectos productivos, pero no todas las poblaciones salieron beneficiadas”.
Con inversión o no, los habitantes de Labores sobrevivieron a la guerra, experimentaron el proceso para salir de ella y varias décadas después dan fe de que el tiempo es el único que les trajo tranquilidad y paz. Ellos confirman que “demoran, pero llegan”
“No fue fácil verlos armados siempre al lado de nuestras casas, por fortuna nunca hubo problemas con ellos”. PEDRO ADÁN VERGARA Habitante de Labores.