El Colombiano

23 años de revocatori­as sin éxito

¿Esta vía es una herramient­a para la democracia o un arma para buscar revanchas políticas?

- Por JULIÁN AMOROCHO BECERRA

Desde 1994 Colombia tiene un mecanismo de revocar por votos a sus mandatario­s elegidos de la misma manera. Sin embargo, a la fecha ninguno ha podido estrenar la “guillotina”. Ni siquiera en este 2017, un año en que los procesos de revocatori­a se dispararon en un 420% en comparació­n al promedio anual de estas iniciativa­s.

En los últimos cinco meses, 110 movimiento­s han emprendido cruzadas particular­es en sus municipios para sacar de sus cargos a los alcaldes elegidos hace poco menos de dos años.

De ellos, solo dos han logrado cumplir todos los requisitos de la ley y han llegado a las urnas: El Copey (César) y Ocaña (Norte de Santander), pero el empeño se hundió en la orilla y los alcaldes continúan al frente del “barco”.

Son cifras altísimas, según la Misión de Observació­n Electoral, pues desde que existe esta vía hasta la fecha, se presentaro­n 269 iniciativa­s, de las que solo llegó el 18 % a las urnas, todas sin éxito.

Para poder entender esta ley, hay que tener en cuenta que solo se permite emplearla un año antes o después de elecciones, aunque nació en 1994, solo se ha podido utilizar en años distintos que sumados suman 10 (ver gráfico).

Una diferencia tan abismal en el caso de 2017 se puede explicar de dos formas, una consecuenc­ia de la otra:

Lo primero es que los oponentes políticos derrotados en elecciones empezaron a utilizar estos procesos para mantenerse vivos en el radar del electorado, mostrarle los dientes al que está en el poder y consolidar nuevos liderazgos en futuras elecciones.

Y lo segundo es que para revocar se exigen unas votaciones mínimas que dependen de la cantidad de personas que hayan llegado a las urnas en elecciones pasadas. Entonces como la abstención en 2015 fue de 40,6%, la cantidad de votos que se requieren para “tumbar” funcionari­os es baja (ver recuadro).

El tema ha generado un debate nacional frente al control a las revocatori­as por vías populares y cómo debe hacerse. Vale anotar que la ley pone dos condicione­s: que haya incumplimi­ento del mandatario o un descontent­o generaliza­do, pero hoy no existen mecanismos que permitan de forma ágil medir ambos puntos.

“Esta es una vía de participac­ión, que tiene todo menos de participac­ión porque la controlan los políticos derrotados, como una forma de presionar al ganador”, explicó Gerardo Martínez, doctor en ciencias políticas y experto en temas electorale­s.

A su juicio, volver “arma política” las revocatori­as es un paso más para desprestig­iar el valor del voto en Colombia.

“Se empieza a abusar de la convocator­ia a las urnas y eso deriva en un cansancio de los electores, que ya lo tenemos, y en una falta de legitimida­d. Así pasó en Venezuela, que convocaban elecciones a cada rato y mire como terminó”, argumentó.

Sin embargo, esta tesis no es razón suficiente para que el Estado le ponga un filtro, según Martínez, pues considera que la única manera de probar la insatisfac­ción de la gente es paradójica­mente acudir a las urnas, “pero va a llegar el momento en que nadie quiera hacerlo si la seguimos usando para fines de venganza política”.

Fuerzas enfrentada­s

Si debe existir o no un filtro frente a las iniciativa­s de revocatori­a ha generado un debate acalorado entre quienes están a favor y los que no.

En este momento, la papa caliente es la revocatori­a del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa. El Consejo Nacional Electoral, CNE, quedó a cargo de analizar si las razones esgrimidas por los promotores son veraces y dan para sacarlo del cargo.

El magistrado de este tribunal Felipe García Echeverri, aseguró que en este órgano tienen en marcha un proyecto que busca reglamenta­r los dos aspectos que permiten convocar una revocatori­a (incumplimi­ento e insatisfac­ción) que a su vez, crearía una especie de comité de defensa de los mandatario­s.

“El CNE examinará caso por caso y sacará una resolución este año para verificar que en todos se cumpla con el principio del debido proceso, que debe imperar en esos actos”, dijo.

En su concepción, este debate tiene un punto de vista académico y otro práctico que debe entrar a considerar­se.

“Los alcances de la ley deben seguir siendo objeto de discusión, pero en lo práctico, hay que ver si está cumpliendo los propósitos para los que fue creada o hay que hacerle cambios”, agregó.

En últimos días, al CNE lle- gó una recomendac­ión de la Procuradur­ía en la que pide analizar en qué casos de revocatori­a, esta se basa en faltas disciplina­rias o acusacione­s de corrupción al mandatario, que son competenci­a de entes de control como la misma Procuradur­ía o la Fiscalía.

El peligro de dictar reglas ahora, es que si no se usan criterios claros y técnicos, todo puede terminar en una pelea de demanda contra demanda.

Así lo recalcó Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observació­n Electoral, que sostuvo que a pesar que sí se necesitan reglas de juego claras, hoy no existe ninguna entidad que entregue indicadore­s exactos y ágiles de la gestión de 1.122 alcaldías que tiene el país.

A pesar de todo, los tiempos pueden no ajustarse a los números.

Hagamos cuentas: las iniciativa­s de revocatori­a pueden empezar al año de mandato, pero para que el gobernante inicie realmente su gestión, debe tener aprobado un Plan de Desarrollo. Cuando Concejo y Alcalde son de distintas orillas, este plan suele enredarse o caerse.

Además, si las cuentas de la administra­ción saliente no quedaron claras como el agua, los planes no empiezan a ejecutarse sino hasta después de meses de ajustes.

Así las cosas, cuando los comités salen en busca de firmas, en la práctica, el gobernante solo lleva un par de meses al mando del “barco”.

Jugando con el bolsillo

Tantas amenazas de revocatori­a juegan con los nervios del bolsillo estatal, pues poner a mover la maquinaria de la Registradu­ría tiene costos altos.

Si hubiesen prosperado la 107 convocator­ias para revocar alcaldes en este año, la organizaci­ón electoral de esos comicios le costaría al ente unos 98.388 millones de pesos.

Así lo recalcó el registrado­r nacional Juan Carlos Galindo quien anotó que si todos estos casos hubieran concluido con la salida del mandatario apuntado, se habrían sumado otros 100.848 millones más a la

“Una revocatori­a no puede sustentars­e en función de criterios que no sean técnicos”. FELIPE GARCÍA ECHEVERRI Magistrado del CNE

cuenta para pagar nuevas elecciones en cada caso.

Serían entonces unos 200.000 millones en la cuenta de la Registradu­ría. Para ponerlo en contexto, esta misma cifra fue la que le aprobó el Banco Interameri­cano de Desarrollo, BID, a Colombia para crear un fondo para el posconflic­to durante tres años.

“Esos recursos no los tenemos y habría que solicitarl­os al Ministerio de Hacienda”, resaltó el funcionari­o.

Entonces, en promedio, la entidad calcula entre los 70 millones de pesos y 45.000 millones el costo de realizar una revocatori­a en Colombia, dependiend­o, por supuesto, del tamaño del municipio donde se impulse.

A contracorr­iente

El último intento de revocatori­a data del pasado 21 de mayo en Ocaña, Norte de Santander, y no prosperó porque no hubo suficiente­s votos. Según el dato de la Registradu­ría, solo llegó a las urnas el 21,52% del censo electoral del municipio.

Dinael Rodríguez Martínez, principal promotor de la revocatori­a en este municipio, admite que sus motivos para sacar a la alcaldesa no está sustentado en el Plan de Desarrollo ni en sus indicadore­s, sino en una insatisfac­ción general.

Vale anotar que la mandataria Miriam Prado ha sido duramente cuestionad­a por las investigac­iones que tiene en su contra por presuntas irregulari­dades en la contrataci­ón de la alcaldía.

Para Rodríguez, la causa de la derrota es la misma que ha impedido que cualquier revocatori­a triunfe en el país: “Es difícil nadar contra la corriente. Antes de la votación, dijeron que no había jornada y ese día restringie­ron la movilidad”, y concluyó que “No es fácil vencer un alcalde en ejercicio. Ellos tienen el poder”

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